jueves, 19 de diciembre de 2013

El antiguo almacén de tomates de Gran Tarajal y los cabildos

Un espacio ideal ubicado en la calle León y Castillo esquina a calle Sabandeños, acoge la exposición del Centenario de los Cabildos Insulares.
Brillante iniciativa, sobre todo si coincide con el atraque de cruceros en prueba. El espacio que ofrece aquel inmueble es excelente para este tipo de actuaciones y muestras. Pero ¡ay, si las paredes hablaran...! Allí se escucharía el clamor de muchos años de actividad de un sector que dio vida y trabajo durante años a toda la comarca sur de Fuerteventura, por no decir a toda la isla: el tomatero.
En tiempos de zafra la población casi se triplicaba, ocupándose en tareas del sector que iban desde la preparación de las tierras hasta la exportación por el muelle construido en Gran Tarajal a principios de la década de 1920... Y es que hasta las cajas se reparaban en los domicilios para complementar los salarios y las economías familiares.

Mujeres reparando cajas de madera para el tomate, Gran Tarajal, Fuerteventura.

La evocación viene a cuento porque hoy es posible recuperar y, sobre todo, difundir el rico patrimonio etnográfico ligado al sector tomatero, escuchar las voces grabadas de los viejos y de los no tan jóvenes que allí trabajaron: películas y testimonios sonoros de ayer junto a la fotografía darían vida, sin lugar a dudas, a un verdadero espacio de exposiciones en uno de cuyos rincones pudiera alojarse la memoria colectiva de allí y de toda Fuerteventura, como homenaje a quienes, de verdad, apostaron e hicieron posible el puerto de Gran Tarajal, a quienes con su trabajo, escribieron la historia de buena parte del siglo XX en el sur de la isla.
Porque apostar por el Puerto del Sur ya lo hicieron los Velázquez a finales del siglo XIX, con el reparto de la costa, y los siguieron en el empeño los "Caballeros de la Orden del Sur", con Matías López, al despuntar el nuevo siglo, y otros que continuaron en la misma línea, soñando con su muelle.
Por fin un espigón iluminó las expectativas del "puerto frutero". El alumbramiento de aguas subterráneas, la implantación de los molinos de bombeo, el cultivo del tomate y la primera cooperativa agrícola de la isla, hicieron el resto.
Por tanto, exposición homenaje a los Cabildos, sí; pero también compromiso de continuidad en el sentido de brindar a  la localidad la oportunidad de mostrar una actividad que dio vida e identidad a esta comarca sureña.
Sería el mejor homenaje de respeto a los antepasados y a nuestra propia historia económica ya que, además de rezar, también trabajaban. Que no se postergue y olvide como aquel otro epígrafe de la economía insular como fue la piedra de cal, la cal o el yeso... Y de paso ofrecer algo más al visitante y a nuestra gente, grandes y chicos, en sus paseos por la isla.
Copyright: Francisco Javier Cerdeña Armas

domingo, 17 de noviembre de 2013

La Calle León y Castillo, Puerto de Cabras, 1895

Luce la placa más antigua de Puerto del Rosario.

Un  rótulo que data de 1895, casi un año después de la inauguración del muelle municipal de Puerto de Cabras, con el que se le homenajeaba agradeciéndole la intercesión mostrada en la consecución de dicha infraestructura.
Conviene saber que hasta ese año la calle se denominaba calle Principal o calle Real y es la más antigua de la localidad, al ser el extremo del viejo camino que unía el embarcadero con la cabecera parroquial y municipal de Tetir, del que se independizó el municipio de Puerto de Cabras en 1835.


Rótulo de la calle León y Castillo, Puerto del Rosario, en la actualidad. [Foto aportación de Paco Cerdeña]

La formalización de este cambio en el callejero de la ciudad la llevó a cabo el Ayuntamiento Pleno en sesión de 28 de julio de 1895, donde se acordó por unanimidad poner el nombre de Don Fernando de León y Castillo a la Calle Principal, remitiéndole copia certificada como testimonio de gratitud:
            “...Habiendo dado en distintas ocasiones el Excmo. Sr. Don Fernando de León y Castillo pruebas de su interés por el bien estar y fomento de este pueblo, como a todos consta, era acreedor a que se le demostrara la gratitud del vecindario. Nadie ha podido olvidar, dijo el Sr. Presidente [habla Ramón Fernández Castañeyra], el empeño con que este ilustre patricio atendió nuestras peticiones cuando los dolorosos efectos de una calamidad terrible pesaba sobre Fuerteventura; nadie tampoco ha podido olvidar la creación, a él debida, de una Dirección de Sanidad Marítima que más tarde nos arrebató el afán de economías; grabado en la memoria de todos se halla el recuerdo de la subvención obtenida por su mediación para las obras del muelle, y cifra una de nuestras más lisonjeras esperanzas el favorable éxito que cuando las circunstancias la permitan obtendrán sus gestiones para el establecimiento del telégrafo, asunto que ya está muy adelantado, la erección de una parroquia y subasta de la carretera. Aparte de esto, hay otras cosas de utilidad general que apoyan con decidido interés, y nada más justo que corresponder en la débil medida de nuestras fuerzas a tanta distinción y a tantos servicios. Propone, pues, la presidencia, que para que en todos tiempos se recuerden los favores del Excmo. Señor Don Fernando de León y Castillo se ponga su nombre a la calle Principal de esta población como humilde testimonio de agradecimiento.”
Así lo aprobó la corporación de forma unánime.
Pero la calle, como suele ocurrir en todos los pueblos cabecera de distrito municipal, tuvo, siquiera en papel o en intención, otros nombres.
Así vemos cómo, mucho más tarde, durante la II República, el Ayuntamiento acordaba cambiar aquel nombre en sesión del 20 de enero de 1933 por el de Indalecio Prieto, en atención y agradecimiento de este vecindario por la concesión del Puerto (léase muelle comercial) y depósito de aguas. Desconocemos si este acuerdo se ejecutó en algún momento, pues fueron más las ocasiones en que declarativamente se acordó cambiarle el nombre, no trascendiendo a la documentación otros que no fueran Principal, hasta 1895, y León y Castillo, después de dicho año, para referirse a este vial de nuestra ciudad.

El muelle chico, junto a la casa número 1 de la calle León y Castillo, Puerto del Rosario. [Del libro Puerto de Cabras. Puerto del Rosario, una ciudad joven]

Sea como fuere, allí sigue el viejo rótulo con placa de mármol enmarcada en madera, clavado en la pared del edificio número uno de la calle, haciendo esquina con la de Teofilo Martínez de Escobar, en la “Explanada”, mirando la evocadora fuente, tal y como 118 años antes lo hizo por primera vez, entre voladores y adoquines, frente al muelle municipal, bañado en el salitre de la maresía.
Copyright: Francisco Javier Cerdeña Armas

martes, 5 de noviembre de 2013

La Calle Comandante Díaz Trayter

Parte de la Calle Nueva de Puerto de Cabras cambió su nombre en 1943.
El cambio recuerda a don Santiago Díaz Trayter, y lo aprobó el ayuntamiento en el 5º aniversario de su muerte.

Y es que la Calle Nueva, abierta sobre los desaparecidos acantilados, se adentraba en demanda del Charco, donde el Mando Económico de Canarias construía la barriada militar con un acuartelamiento, viviendas para oficiales y suboficiales, residencias, escuela y dos plazas, demandando su propio nombre... Y así lo propuso uno de los jefes de la guarnición.
Con lenguaje propio de la época que tratamos, la documentación oficial dice así:
“...Correspondiendo gustosa la Corporación a la laudable y patriótica iniciativa del Sr. Teniente Coronel Jefe del Batallón de Infantería Independiente número 32, de guarnición en esta plaza, expuesta en su atento escrito núm 751 de fecha 2 del  actual, de que se de el nombre de “Avenida del Comandante Díaz Trayter” a la prolongación de la “Calle Nueva”, en memoria del Comandante de Infantería don Santiago Díaz Trayter, cuyo ilustre finado dio gloriosamente su vida por Dios y por la Patria en la pasada Guerra de Liberación, este ayuntamiento asociándose a tan justo homenaje en memoria del heroico militar, de íntimo recuerdo como hijo de esta tierra, ya que convivió en ella desde el comienzo de su carrera, creando su hogar y familia y contribuyendo al mejoramiento de los intereses públicos de Fuerteventura al frente de la Comandancia Militar de esta isla y la Delegación del Gobierno de S.M., cuya autoridad militar y civil ejerció por los años de 1925 a 1926 en el empleo de teniente y capitán después, poniendo de relieve en su laboriosa gestión militar y gubernativa todo su amor y cariño a este pueblo, acuerda por unanimidad, aprobando la propuesta del Teniente Coronel Jefe del expresado Batallón, de dar el nombre a la prolongación de la calle Nueva al glorioso militar, denominándose “Avenida del Comandante Díaz Trayter.-. Que para el descubrimiento de la placa rotuladora que lleva la calle, con la solemnidad que el acto requiere, y al que asistirá la representación oficial de este Ayuntamiento, queda su organización a la acertada iniciativa del referido Teniente Coronel.”

Entre los apuntes de la hoja de servicios militares  y de las necrológicas de la época se contaban algunos de los pocos datos que hemos podido añadir a la reseña biográfica de este personaje del callejero de Puerto del Rosario:
Correspondió a don Santiago Díaz Trayter acudir al Gobierno Militar de Las Palmas el 18 de julio de 1936 para recibir el bando que declaraba el estado de guerra; entonces tenía el grado de capitán y como tal se le encargó también participar en reprimir la oposición al golpe militar en distintos núcleos de la isla de La Palma ("Semana Roja de La Palma").
Y desde aquí, a la Península, se desplazó voluntario con dos de sus hijos (!), yendo él con destino al sexto Tabor de Regulares de Ceuta, del que llegó a ser comandante jefe. Se adentró por la provincia de Málaga con destino a la capital andaluza y en esta campaña cayó herido de muerte, falleciendo el día 4 de febrero de 1938 en el hospital de Granada...

Entre sus funciones civiles, a él correspondió ejercer el cargo de Delegado del Gobierno en Fuerteventura a mediados de la Dictadura de Primo de Rivera, entre 1925 y 1926, cargo que por entonces recaía en los jefes militares que comandaban las fuerzas de guarnición en Puerto de Cabras. Y en esos años se produjeron los reajustes municipales derivados del Estatuto de 1924, con las agregaciones de Tetir y Casillas del Ángel a la capital insular.
La foto, de la década de 1960, recoge las calles Comandante Díaz Trayter y Almirante Lallemand, adentrándose en el ya populoso Barrio de El Charco, paralelas 2ª y 1ª a la orilla del  mar.

La decisión municipal de aceptar lo que se le proponía se enmarcaba en el proceso de urbanización de  la zona de El Charco, a raíz de la construcción de la barriada militar, el colegio Primo de Rivera, las residencias militares y, sobre todo, los cuarteles, de cuya puesta en marcha nos hablaban las páginas de “El Majorero”, luego “Herbaria”, aquel fugaz semanario que nació y murió en 1944.
Por entonces se explanó la prolongación de la calle nueva y el camino -ya calle- de servicio que había surgido a raíz de la construcción del muelle comercial en la década de 1930; se expropiaron casas de pescadores que se reubicaron en Las Lojas y se trasladaron los hornos que "estorbaban" la ordenación de la zona hacia Punta Gavioto.

Había que rotular estos dos nuevos muñones de calle que se abrían hacia el hoy populoso barrio de El Charco, y la propuesta del Teniente Coronel para el que pasaba delante del Cuartel parecía ideal y así lo acordó el ayuntamiento. Sin embargo, por algún tiempo se continuaría llamando calle del Charco a la que corría paralela entre la del Comandante Díaz Trayter y el mar.
Copyright Francisco Javier Cerdeña Armas

martes, 1 de octubre de 2013

En la festividad de Nuestra Señora del Rosario, 1958

La festividad del Rosario y su historia, según Juan José Felipe Lima

Este que reproducimos, después de los acercamientos de Ramón Fernández Castañeyra, constituye otro de los textos sobre la historia del municipio que debemos tener en cuenta; sobre todo porque es un secretario municipal, en su papel de cronista y corresponsal del diario Falange, quien nos la ofrece en el año 1958 [igual que Cándido Sánchez, otro secretario que cien años antes, había hecho una memoria del pueblo a través de las vicisitudes de su templo].
Claro que, por ejemplo, atribuye al primer párroco el empeño por la parroquia, cuestión que, desde nuestra perspectiva actual y a la vista de la documentación consultada, no fue así: la parroquia fue aspirada y por ella se luchó desde los primeros acuerdos corporativos de 1835, y aún antes, desde la licencia que obtuvieron los de Puerto de Cabras para erigir ermita dependiente de la matriz de Tetir, a la que entonces pertenecían. Lo que de verdad sigue sorprendiendo es el papel de este teólogo y filósofo krausista en Fuerteventura, junto a otros repatriados de las últimas colonias españolas en Hispanoamérica… Y nada dice de las obras de la iglesia, aunque aporta otro dato esclarecedor sobre la historia de nuestro templo, al comentar que el local que se habilitó como capilla aún estaba en pie en la calle García Hernández y –digo más-, a día de hoy, octubre de 2013, aún está en pie dicho local. Cuestiones a valorar y ponderar rastreando los especiales dedicados a nuestra festividad en la prensa y el pregón de Inmaculada de Armas, que aporta algún dato sobre solares limítrofes a la primera ermita del puerto en la calle de La Marina.
Demos pues la palabra al Cronista de antaño, aquel a quien dedicáramos una semblanza biográfica con motivo de la Feria del Libro de Fuerteventura en 2009, vale la pena escucharle:

Procesión sobre el empedrado de la calle León y Castillo en la década de 1950. [La foto pertenece al bloc "Etnografía de Fuerteventura", dirigido por Roberto Hernández Bautista].

 “Una mirada a la iglesia de Puerto del Rosario y otra a los datos estadísticos que pregonan la existencia de más de tres mil almas, me llevan de la mano a recordar detalles: porque el templo resulta manifiestamente insuficiente.
“Puerto del Rosario es un pueblo joven. Administrativamente se incorporó a la historia en el año 1835. Recordamos haber leído viejas crónicas que nos hablan de agrias disputas entre el Alcalde Mayor, que entonces radicaba en Antigua, y el Delgado Gubernativo. Hubo dimes y diretes a propósito del nombramiento del primer regidor municipal del nuevo pueblo y, después de una reñida disputa, el Gobernador Civil de la Provincia de Canarias, ante el Secretario, don Mariano Cadenas y Castro, decretó el nombramiento para alcalde real, a favor de Lázaro Rugama. Ante esto, cesó el debate de política localista y, en uno de febrero del mismo 1835 quedó constituido, por vez primera el ayuntamiento de lo que entonces se llamaba Puerto de Cabras, con la denominación de “Puerto principal”.
Poco, en realidad, se exigía entonces para convertir en municipio a un pueblo. Y es posible que tuvieran razón, pero hoy, en que el Gobierno se muestra mucho más exigente [No digamos en la etapa actual, donde se aspira a disolver las entidades locales que no lleguen a cierto número de habitantes], no nos parece así, porque, para que un pueblo aspire a la mayoría de edad que da el administrarse por sí sólo, lo menos que puede pedirse es que cuente con elementos, no ya de riqueza y población –que el Puerto entonces no tenía ni remotamente-, sino también de orden espiritual. Y hemos de recordar que, hasta muchos años más tarde no hubo ni una pobre ermita. Sin embargo, dieron en el clavo los promotores de aquella campaña, porque el tiempo, las personas y las circunstancias, han permitido el resto. Y así nació el nuevo pueblo que, de modesto barrio de Tetir, pasó a convertirse, a partir de 1912, en capitalidad de la isla. Pero… vayamos con calma.
Estábamos en 1835. El flamante ayuntamiento había quedado constituido y da gusto ver el primer padrón de vecinos. Mi compañero de entonces, Juan Pedro de Alba [natural de Santa Cruz de Tenerife, fue primer secretario y ejerció también de maestro de escuela], fiel de fechos (o secretario de la corporación), era hombre de recursos y “fiel” a ellos, consiguió elaborar un voluminoso “Padrón vecinal” con poco más de cien vecinos. Daría algo por conocer el nervio de los ciudadanos que entonces tenía nuestro pueblo que, apenas independizado, acometió la imponente tarea de elaborar su plano de urbanización, con tanta ambición y fe en el futuro que las sucesivas generaciones no han podido tener nada que objetar, ni a la anchura de sus calles ni a su genial distribución. Cualquiera que llegue a Puerto del Rosario podrá percatarse fácilmente –es decir, se percatará aunque no quiera- de que sus calles tienen una distribución y anchura que muchas capitales de provincia quisieran para sí.
Y el Puerto comenzó entonces a luchar contra todo y contra todos. Sin población, casi. Sin riqueza radicante –porque sus límites no rebasaban Los Estancos, Rosa Vila, Puerto Lajas o la desembocadura del Barranco de Río Cabras-, inició su vida de florecimiento y miró hacia el puerto. La bahía se abría espléndida y soberbia; pero no había muelle. Estábamos en los albores del año 90 [1890]. Aquí vuelve a aparecer el nervio isleño, duro y vibrante. Se abrió una suscripción. El Ayuntamiento la encabezaba. Las prestaciones personales se ofrecieron generosamente y, seis años más tarde [en realidad cuatro años, pues el muelle se inauguraba el día 7 de octubre de 1894], estaba concluido el espigón que, arrancando de la Plaza de Domingo J. Manrique, presenciamos hoy, -no sin pesar-, cómo va entregándose al mar piedra a piedra [cada vez que había temporal del sur, las olas arrancaban piedra a piedra las ilusiones de antaño]. Y, entonces el puerto se incorporó a la vida interinsular de manera pujante. Lentamente, sin prisas, pero sin pausa, fue absorbiendo, al socaire de su privilegiada situación marinera, las operaciones del cabotaje. Vinieron los “africanos” y vinieron los “playeros” y, año a año, consiguió centralizar, en lo que también es centro geográfico de Fuerteventura, el movimiento portuario. Matas Blancas, Tarajalejo, Pozo Negro y La Guirra, bien conocen la historia de esta lucha honesta, pero cruda. La Barrilla dio paso a la cochinilla y de Antigua se trasladó a Tiscamanita el centro comercial de la isla. La piedra de cal pasó a dejar de embarcarse por Tostón (El Cotillo) y por el Puerto de la Peña, por el Poniente, o por Matas Blancas, del sur, porque el “puerto” ofrecía mayor abrigo y mejores condiciones y el pequeño muelle recibe al nuevo siglo pletórico de ilusión y de alegría. Ya el pueblo había dado satisfacción a sus aspiraciones materiales. Ahora quedaba volver ala vista hacia las exigencias espirituales.
Desde que el Puerto fue puerto, o lo que es lo mismo, desde que aquellos dos marinos –un inglés [Don Diego Miller] y otro español [posiblemente el comerciante Álvarez Rixo]- dijeron que era el lugar ideal para establecer el centro marinero de Fuerteventura, sus habitantes vivieron bajo la advocación de la Virgen del Rosario. Y primero en una pequeña habitación de una casa de vecindad [morada de Teresa López, "La Española"], más tarde en un almacén –que todavía se conserva en la calle García Hernández- y luego en la ermita, que después se convirtió en iglesia parroquial; cada noche se congregaban los vecinos a rezar el Santo Rosario. Pero ya a finales de siglo, si no párroco propio, cuando menos sí se contaba con la presencia frecuente y edificante del sacerdote [y desde 1894 con libros sacramentales propios]. El culto don Teófilo Martínez de Escobar, sobre 1905, arribó por nuestras costas, asentó sus reales en el Puerto y se encariñó profundamente de todo lo nuestro. El momento resultaba propicio. La gente del pueblo había vencido ya en su lucha a favor del pequeño muelle, con un desembolso –que ahora nos asombra- de unas setenta mil pesetas y sus inquietudes se dirigían hacia la ermita. Querían una parroquia y querían una imagen. No había que preguntar. La Virgen del Rosario sería la que presidiese su vida toda. Y don Teófilo lo hizo. Creó la parroquia y adquirió la imagen que habría de sustituir a la “virgen pequeña” que, hasta muchos años más tarde, gozó de la devoción especial de bastantes feligreses.
Relato pasajes históricos, acercándome a ellos, más que en la fidelidad cronológica a la tradicional, aunque, sin apartarme de la primera; porque son valores humanos los que interesan esencialmente. Y así llega el año 1926. Casillas del Ángel y Tetir habían ido declinando a favor del joven pueblo del Puerto [con acritud uno, más dócil el otro]. Las cargas financieras podían más que las posibilidades del vecindario. Sobrevinieron deudas que no podían pagarse. Eran también, tiempos de una política incierta: política de campanario, la llamaban. Y llegó lo que tenía que llegar. Puerto de Cabras era un pueblo joven, vigoroso y lleno de ambición. Aquellos núcleos habían caído en la pobreza y las luchas intestinales y, cuando menos se esperaban, una reacción lúcida de los dirigentes elaboró y llevó a cabo la fusión, y la Dictadura, al llegar, encontró que el número de municipios en Fuerteventura se había reducido a seis.
Y aquí pasamos rápidamente y sin detenernos –ya decíamos que se trataba de retazos de la historia de Puerto del Rosario-, un montón de páginas, para encontrarnos en febrero de 1956. La vocación mariana del pueblo se pone de manifiesto y el ayuntamiento, recogiendo la secular aspiración del vecindario, propone y obtiene que el anterior nombre sea sustituido por el de Puerto del Rosario, con que hoy nos recibe, siempre llena de honestas ambiciones y esperanzas, la capital de Fuerteventura.”

viernes, 21 de junio de 2013

El antiguo cementerio de Puerto del Rosario

Una de las primeras cuestiones que se planteó la mayoría resultante de los comicios locales de 1983 en el Ayuntamiento de Puerto del Rosario fue la de qué hacer con el antiguo cementerio de la localidad.
Y se suscitó un debate que reflejó lo que no podía ser de otro modo: la existencia de dos posturas radicalmente opuestas, una cuestión que ya se intuía, pero que debía ser pulsada en la opinión pública y no se hizo.
Pero el asunto trascendió desde el momento en que el concejal de cultura de época pedía al especialista en Historia del Arte A. Sebastián Hernández un informe que ponderase los valores históricos y artísticos que pudiera tener aquel recinto o sus elementos integrantes. Entonces no había salido la Ley Patrimonio Histórico de Canarias y en el Cabildo se trabajaba con las vigentes normas estatales de patrimonio histórico; y de la institución insular partió en cierta medida el empuje para este encargo.
Y Chano Hernández emitió, naturalmente, su informe, con unas recomendaciones que aplacaron los afanes demoledores que soñaban con borrar este hito urbanístico constituido por el camposanto del viejo Puerto de Cabras.
No contento con esto, el especialista agarró sus papeles y, resumiendo su contenido, los llevó al altavoz que e aquella época se nos ofrecía y que, en principio, fueron las Jornadas de Estudios sobre Fuerteventura y Lanzarote, dándolo a conocer a los congresistas asistentes a la III edición de este foro y, por extensión a la opinión pública a través de la prensa.
Allí resonaron también los gritos que protestaban contra una descabellada intervención en la torre de El Castillo de Caleta de Fustes, en la vecina Antigua: enfoscarla y pintarla de blanco fue la ocurrencia en este caso.
El que nos ocupa siguió latente hasta nuestros días. El viejo cementerio de la capital majorera es uno de los pocos hitos o testigos urbanísticos y arquitectónicos que señala los confines de la ciudad en el último cuarto del siglo XIX. Y desde allí ha visto soterrar el Barranquillo de la Miel que, a pocos metros de su fachada, marcaba el confín austral de Puerto de Cabras, atravesado por el camino de Casillas; y ha visto también desaparecer todo el viejo frente marítimo, incluido el muelle municipal, el señero Muelle Chico.
¿Qué mas da el nombre de quien repose allí? ¡Allí lo que nos contempla es la Historia de Puerto del Rosario! Porque no me negarán quienes aun ambicionan la demolición o cuestionan su conservación que aquel es un sitio histórico, un referente visual al menos en idéntico nivel de potencialidad identitaria que la Casa de Fray Andresito, en La Ampuyenta, por no hablar de otros ejemplos más cercanos.
Sin embargo el expediente “incoado” en 1988 se durmió sin despertar al cobijo de la Ley 4/1990 de Patrimonio Histórico de Canarias ni al de sus modificaciones posteriores.
Lo que sigue mirando desde allí, insisto, es nuestra propia historia local, porque allí quedó reflejado el esfuerzo de un pueblo que, diez años después de constituirse en Municipio, ya trabajaba buscando los medios y el solar en el que dar sepultura a sus muertos, sin tener que cargarlos hasta la Vega de Tetir, donde por norma tenía que hacerse entonces.
El solar lo proporcionaron los Miller de Puerto de Cabras: primero Diego, y su hija Emilia después, en 1870-71.
Y allí, en la parte más aireada de las afueras de la población, al otro lado del Barranquillo de La Miel, junto al camino de Casillas, estimaron que era el punto más conveniente para que el mampostero Domingo Rodríguez hiciera las viejas paredes.
Se remató la parte más antigua en 1871, con un frontón triangular. En 1890 se completó una segunda fase con el cerramiento de dos fajas laterales a la primera: una para casa mortuoria y zona de enterramiento de no católicos, al poniente; y otra al naciente que luego enajenó el ayuntamiento a favor de Ramón Fernández Castañeyra para su cementerio privado.
Y una tercera fase culminó en 1919, con la Capilla de los Pérez, promovida por don Agustín Pérez Rodríguez a la espalada del primitivo núcleo de la necrópolis, en cuya ampliación se incorporó un lugar destinado al Ramo de Guerra. Los nichos llegaron mucho más tarde y, poco tiempo después, el conjunto dejó de utilizarse como zona de enterramiento en la década de 1970.

… De todas formas, ¡dejemos descansar a los muertos! Y aprovechemos los rescoldos que en vida nos dejaron para no caer en la desmemoria de los pueblos que, al parecer, también se da.

El patrimonio histórico no debería ser un juguete.

Copyright: Francisco Javier Cerdeña Armas

martes, 30 de abril de 2013

El primer avión que aterrizó en Fuerteventura, 1930


Los Estancos, Puerto de Cabras, 11 de septiembre de 1930

Casi siete años después del amerizaje de los hidroaviones de Latecoere en la bahía de Puerto de Cabras y diez años antes de que comenzara a operar el aeródromo de Tefía, aterrizó en la pista de Socorro de Los Estancos un trimotor de CLASSA (Concesionaria de Líneas Aéreas Subvencionadas, S.A., sucesora de Líneas Aéreas Postales Españolas, procedente de Cabo Juby.
El aparato, pilotado por el aviador Soriano permaneció en los tableros de El Viso durante casi tres horas, en las cuales fue obsequiado por las autoridades en El Casino “El Porvenir”, y chiquillos y mayores tuvieron la oportunidad de contemplar aquel avión.
La visita de este trimotor a nuestra nuestra isla obedecía a las operaciones de reconocimiento del terreno elegido como campo de socorro en el trayecto entre las posesiones españolas del África Occidental y Gran Canaria, descartándose los llanos del Caimán, en La Oliva y los de la Higuera, en Tuineje.

Trimotor Ford de la CLASSA, foto del libro "Historia de los Aeropuertos de Fuerteventura", editado por AENA en 1997.

La crónica del acontecimiento se recogía en el Diario de Las Palmas: 
“El trimotor de la “CLASSA” en Puerto de Cabras.- A la una de la tarde de ayer, procedente de Cabo Juby, aterrizó sin novedad en este campo de aviación de Puerto de Cabras el trimotor de la “Classa”, tripulado por el aviador señor Soriano, el cual ha realizado este vuelo a Fuerteventura para reconocer, por orden de la Dirección de la Compañía, el aeródromo de esta ciudad.- El intrépido aviador fue recibido por las autoridades y numeroso público, que se habían congregado en el campo de aterrizaje, con las más vivas muestras de entusiasmo por tal acontecimiento, tan anhelado y conveniente para los intereses de esta abandonada isla.- El señor Soriano obtuvo la mejor impresión por las excelentes condiciones y orientación del aeródromo y, sobre todo, por su proximidad a Puerto Cabras, dado que se halla enclavado a tres kilómetros.- Ofreció informar al Centro Superior en el mejor sentido haciendo resaltar la conveniencia de verificar esta escala a su paso para las demás islas.- El señor Soriano y demás personas que le acompañaron en el vuelo, fueron obsequiados por las autoridades en la sociedad “El Porvenir”, invitándole después con un almuerzo en el cual reunió el mayor entusiasmo.- A las cuatro de la tarde regresó a Cabo Juby el trimotor, elevándose el aparato en medio de las aclamaciones del público.”

De aquel aterrizaje nos hablaba Suso Machín, el pintor de Puerto de Cabras, recordando cómo con otros chiquillos (apenas contaba 8 años), corrieron descalzos hasta Los Estancos, y cómo por casualidades de la vida, llegó a ejercer de radiotelegrafista en Cabo Juby, donde prestaría su servicio militar.
Copyright: Francisco Javier Cerdeña Armas

miércoles, 27 de febrero de 2013

Puerto de Cabras y los primeros hidroaviones

El callejero de la localidad homenajea los inicios de la comunicación aérea en Canarias y Noroeste de África.

En 1926 el ayuntamiento de Puerto de Cabras conmemoraba la gesta trasatlántica del vuelo del Plus Ultra entre Palos de la Frontera y Buenos Aires, que hacía escala en Gran Canaria.
La moción fue presentada por don Ángel González Brito a la Comisión Municipal Permanente que escuchó atenta el entusiasmo de aquel concejal, proponiendo el nombre de los pilotos de aquella aeronave a distintas calles de la localidad.
Aquel miembro del partido Republicado Federal, seguramente evocando la emoción que le habían producido las inquietantes figuras que, años atrás, en 1923, le había producido el amerizaje en la Bahía de Puerto de Cabras de los hidroaviones de la Compañía Francesa “Latecoere” en sus rutas con el noroeste de África.


En mayo-junio de 1923, la compañía francesa Latecoere realizaba el raid aéreo Toulouse-Casablanca, desde donde siguieron por otros puntos de África y Canarias, como Fuerteventura, amerizando en Puerto de Cabras. [Recorte de prensa, Diario de Las Palmas, consultado en Jable, Archivo de prensa digital de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria]

Desde su almacén, en la explanada del muelle chico, pudo contemplar el paseo de los aviadores que estiraban las piernas para darse un respiro y un traguito en las tascas contiguas, antes de seguir vuelo hacia Gran Canaria y Tenerife.
Y aquellos rótulos que propuso don Ángel aún se conservan en nuestro callejero, salvo el del joven mecánico Pablo Rada que se descolgó poco tiempo después para dar entrada a otros nombres de más enjundia en la "gloriosa patria".
La memoria colectiva suele confundir los nombres del Teniente Durán, Ruiz de Alda o Comandante Franco, sospechando de los mismos desde una perspectiva en que la historia colocó estos apellidos en situaciones bien distintas a aquellas por las que se homenajeaban. El propio concejal que los propuso andaba ya por la militancia republicana radical socialista:
El teniente de navío Juan Manuel Durán González fue objeto de aclaración no hace mucho por la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, que daba su nombre a la calle paralela al norte de Mesa Y López, donde el ayuntamiento de la capital provincial decidió confesar que se había confundido llamándolo José María Durán. En nuestra ciudad se marcó la antigua “Cuesta”, vial oblicuo al norte de la carretera del sur, con el rótulo del Teniente Durán y así pervive sin más aclaraciones desde 1926.
El Capitán Julio Ruiz de Alda y Miqueleiz pasó a rotular la antigua “calle del Puente”, donde aún se conserva como “Ruiz de Alda”, vial al que se asomaban las antiguas casas consistoriales y el hostal de doña Benigna Pérez Alonso, que alojara tiempo atrás a la viajera inglesa Oliva Stone. La historia colocó al capitán que nos ocupa entre los cofundadores de la Falange Española, junto a José Antonio; pero no se debe a este último mérito su presencia en nuestro callejero.

El hidroavión "Plus Ultra" en 1926, comandado por Ramón Franco. [recorte de prensa consultada en Jable, archivo de prensa digital de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria]
Y lo mismo podemos decir del Comandante Ramón Franco, que vino a sustituir el rótulo de la antigua calle de “La Rambla”, no por el escaño obtenido para Izquierda Catalana en las Cortes de 1931, ni por ser el hermano de Francisco Franco Bahamonde. Don Ángel González Brito lo propuso por ser el comandante del hidroavión Plus Ultra y uno de los grandes pilotos que protagonizaron los orígenes de la comunicación aérea española en el noroeste africano y Canarias.
Copyright: Francisco Javier Cerdeña Armas

martes, 19 de febrero de 2013

Puerto de Cabras en las primeras rutas del buque "Juan Sebastián Elcano"

La visita del buque escuela "Juan Sebastián Elcano", 1929.

El 21 de agosto fondeaba en la bahía de Puerto de Cabras el buque escuela de la Armada Española Juan Sebastián Elcano. Hacía menos de un año de su botadura y éste era su segundo crucero de instrucción. Tan alto honor para con la capital de Fuerteventura mereció un agasajo por parte de las fuerzas vivas de la localidad que convidaron a oficiales y guardiamarinas a la fiesta que se les brindó en el Casino que entonces se encontraba en la casa Manrique, hoy en ruinas frente al mercado municipal. Alumbrados con la electricidad que generaba la propia institución local, hubo fiesta hasta altas horas de la noche del día 23 de agosto de aquel año y los sones de la música se escaparon por los ventanales de aquel edificio para derramarse sobre los barquillos y sobre la arena de la playa del muelle chico.

La foto del libro "Puerto del Rosario, cien años en la memoria", editado en 2000, recoge la segunda visita a nuestro Puerto en la década de 1970.

La crónica del acontecimiento, no tiene desperdicio: la publicó el Diario de Las Palmas y a ella se refirieron  reiteradamente las noticias del Puerto de La Luz cada vez que el buque escuela visitaba Canarias. Dice así:
"Fiestas en honor de los marinos del J. Sebastián Elcano.- Con motivo de la visita a este puerto del hermoso buque escuela “J. Sebastián Elcano”, al mando del digno comandante señor Lago, reinó en este Puerto de Cabras todo el día del martes una extraordinaria animación con la bajada a tierra de los señores jefes oficiales y marinería franca de servicio. El Casino principal organizó por la noche una animada verbena en obsequio de los visitantes a la que asistió una enorme concurrencia, ofreciendo el adorno de los patios, terraza y salones con el alumbrado eléctrico del propio Casino, una espléndida impresión del mejor gusto.- El elemento femenino vistosamente ataviado con el clásico mantón y ramos de flores, daban a la fiesta una nota alegre y simpática.


Trasiego en el Muelle Chico de Puerto de Cabras, 1929. Recorte de la prensa de la época, consultable en Jable, archivo de prensa digital de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.
" A las doce se sirvió en los salones mantecados, helados y otros refrescos ocupando las mesas preferentes los señores jefes y oficiales y guardiamarinas, continuando la alegría hasta altas horas de la madrugada que terminó la fiesta con un “Viva Fuerteventura” pronunciado por los marinos a lo que respondió con otros vivas a la Marina de Guerra Española y a la dotación del hermoso buque.
"Nuestra más entusiasta enhorabuena a la Junta de dicho Casino y en especial a su presidente don Julio López y vocal don José Peñate por la perfecta organización de esta fiesta que deja entre nosotros un recuerdo imborrable".
Copyright: Francisco Javier Cerdeña Armas