domingo, 26 de abril de 2015

La heráldica de Puerto del Rosario

Buscando elementos y señas de identidad

Cuentan los documentos de nuestra historia que, poco después del cambio de nombre de la localidad y municipio, la corporación intentó identificarse con su propia bandera; que consultaron al Comisario de Excavaciones Arqueológicas de Las Palmas, tan asiduo por esta isla en otras décadas, y que recibieron una contundente respuesta: no había más bandera que la Enseña Nacional bicolor. No se volvió a suscitar aquel tema.

Pero sí el del escudo heráldico en un afán de constreñir en él elementos de raigambre histórica que justificaran su propia identidad. En la isla se continuaba rastreando el pasado épico, se hacían excavaciones en Betancuria, en el suelo de la iglesia conventual de San Buenaventura y aún en el de la matriz de la isla.

Roldán Verdejo trabajaba en la trascripción de los papeles viejos del antiguo ayuntamiento insular y había incursionado en otro episodio histórico: la lucha de los majoreros contra el invasor inglés de mediados del siglo XVIII.
 
Bosquejo del escudo heráldico propuesto por Roldán Verdejo para Puerto del Rosario.
 
Y a don Roberto acudieron los munícipes del Puerto para que "diseñase" un posible escudo heráldico que reflejase las inquietudes capitalinas de Puerto del Rosario. Aquel juez no dudó en describir un blasón que llegó al pleno en estos términos:

"La forma del escudo es partida y a su vez hendida la mitad inferior. La parte superior izquierda ostenta un sol en oro sobre campo de gules, representativo de las condiciones turísticas de la zona. La parte superior derecha ostenta un anclote en sable sobre fondo de plata, demostrativo de la importancia comercial de la ciudad y de su puerto, al que hace alusión su nombre de Puerto del Rosario. La parte inferior representa un delfín heráldico en plata sobre fondo de azur, por la importancia pesquera de su costa. Como timbre lleva el escudo la corona condal en oro, ya que fueron señores territoriales de la isla los García de Herrera, condes de la Gomera, Como leyenda, cinta en sinople con letras en oro y en latín "capuz et porta Erbaniae", cabeza y puerto de Fuerteventura."

Aunque aprobado por el Pleno en sesión de 1 de diciembre de 1965, no tuvo, que sepamos, tramitación posterior como blasón municipal, aunque sí como medalla de la ciudad, que lucieron por algún tiempo los miembros de la corporación a partir de la alcaldía de Santiago Mederos González.

Más tarde, ya en tiempos de Matías González García, bibliófilo, liberal, consejero de cabildo y concejal municipal desde los tiempos del cambio de nombre, se rescató otro diseño de medalla realizado por el técnico municipal Victorio Rodríguez Cabrera, aunque sin mucho convencimiento de que llegase a convertirse en escudo del Municipio, por lo que se llevó a la cubierta del programa de las fiestas patronales de octubre de 1980. En este diseño y en el definitivo se incorporó a la cabra como elemento histórico indiscutible de nuestra heráldica.
 
Boceto propuesto por Victorio Rodríguez como escudo heráldico de Puerto del Rosario.
 
Pero fue la segunda corporación de la Democracia la encargada de abrir y culminar el expediente de escudo heráldico de Puerto del Rosario en 1986, cuando aceptó el diseño encargado al especialista en Nobiliaria y Genealogía Miguel Rodríguez Díaz de Quintana, que lo propuso en estos términos:

"Escudo medio partido y cortado: 1º, en plata, tres fajas ajedrezadas de gules y oro, cargada una de otra faja de oro; 2º, en oro, una cabra andante de su color natural, y 3º, en azur, un barco de oro. Timbre; Corona Real cerrada"

Este escudo que actualmente rige, fue aprobado por el Gobierno de Canarias el 24 de marzo de 1986, visto el informe favorable de la Comisión de Heráldica de la Consejería de la Presidencia.
Escudo oficial de Puerto del Rosario, aprobado en 1986.
 
Mas tarde se le añadió el cuero sobre el que reposa nuestro blasón, el que hoy ondea en la bandera municipal tricolor que se aprobó en 2005.

Copyright: Francisco Javier Cerdeña Armas

jueves, 2 de abril de 2015

El Coronel Batista visita Fuerteventura

 
Fue su primera y única estancia en la isla, pero su recuerdo se prolongó más allá de la década de 1950…

Aquel miércoles, día de Correíllo en Puerto del Rosario, Maximiliano Batista Pérez fue recibido y cumplimentado por la Guardia Civil de guarnición en la plaza. Apenas puso los pies sobre el adoquinado del muellito, se le condujo junto a otros miembros de su séquito hasta el Centro Penitenciario de Tefía.

Por el camino, el mismo chofer de la camioneta le fue ilustrando con las obras que se estaban haciendo: una cantera de piedra de cal, recrecimiento de la presa de Los Molinos, tareas en las que –dijo uno de los números de la benemérita, mirando a los viajeros- estaba seguro de que también colaborarían.

Batista se rascó la barba cuando le llegó el aire caliente de aquella llanura en la que, a lo lejos, ya se adivinaba un pequeño torreón donde ondeaba una bandera y a cuyos pies –pensó- estaría el comité de recepción.
Foto policial publicada en la prensa de la época. [Jable, Archivo de Prensa Digital de la ULPGC]

Un cuarto de hora después se encontraba ante la puerta de acceso a la colonia agrícola penitenciaria. Tres o cuatro funcionarios de prisiones flanqueaban la ventana donde ya asomaba Tomás Fernández Cimadevilla, entonces alcaide, dándole vueltas a un canuto de papel en el que había garabateado las líneas principales de su discurso de bienvenida.

El camión se detuvo junto a un grupo de reclusos que se alineaba en perpendicular a la pared del establecimiento, y que no serían más de quince; el chofer maniobró hasta dejar el vehículo frente a la ventanilla custodiada por Vicente Segura, por Elías Echeverría y por Miguel Escudero, entre otros.

Abrieron la portezuela del volquete donde venían, en dos hileras, unos diez presos que supervisados por el copiloto y los guardias civiles, fueron saltando a la polvorienta explanada.

Terminada la operación de "descarga" y apartado el vehículo, los nuevos formaron frente a la ventana para escuchar la bienvenida acostumbrada. El director tomó la palabra nombrando uno a uno a los visitantes, deteniéndose especialmente en Maximiliano para glosar la noticia que recién había leído en la prensa:

"Fuerzas de la Benemérita pertenecientes al puesto del Puerto de La Luz se han anotado un buen tanto al quitar de la circulación a dos sujetos de vuestra calaña. Y los detenidos no son ni más ni menos que ustedes, nuestros ilustres visitantes: Maximiliano Batista Pérez, a quien todos ya conocen por el "Coronel Batista" y también por "El clenque", y José García, al que llaman El Rubio.- La labor de las fuerzas de la guardia civil, con quienes ustedes tan bien se llevan, no consistió solo en localizarlos y detenerlos, sino que con vuestra voluntad por delante, volvieron a las viviendas que habían visitado para explicarse la forma en que se introdujeron para perpetrar los diferentes golpes.- Una de las operaciones acometidas por su excelencia, Coronel Batista, todo un prodigio, fue realizada en un pensión sita en una de las calles más importantes del barrio de Santa Catalina.- Como quien no quiere la cosa, entraron en el hall de recepción y como diese la casualidad de que entonces no hubiese nadie allí, pero sí un estupendo maletín, pues allá que arrancaron con el jallo. La sorpresa fue mayúscula para su autoridad, Coronel Batista, cuando se dieron cuenta de que en el interior de aquella valija había nada menos que cuatro mil quinientas pesetas en billetes de curso legal junto a otros objetos de valor.- Como no podía ser de otra forma, optaron por quitarse de en medio y nuestros hombres tomaron el correíllo que lleva a Santa Cruz de Tenerife, donde vivieron por algunos días dándose vida de príncipes, o, mejor dicho, de coroneles (sensu majorero). Pero cuando los cuartos tocaban a su fin, retorno a Las Palmas de Gran Canaria, y al trabajo.- Nuevos méritos para visitarnos, hasta que parte de las prendas robadas en uno de los chalets de Ciudad Jardín fueron vistas en poder de un tranquilo transeúnte que por lo visto, comprador de buena fe, las había adquirido a cuatro perras gordas… se siguieron las pistas convenientes y al poco se logró la captura y aquí los tenemos, a compartir con nosotros dos años de presidio."

Despojado así de los galones, el alcaide advirtió a Batista que aquí venía a ser uno más. Y generalizó mirando a los otros del comité que le acompañaban: "este hombre que hasta ayer fue coronel, hoy seguirá siendo el clenque, que de otra manera no podemos llamarlo, a la vista está –se sonrió-, uno más de los casi doscientos que han pasado por aquí desde que se inauguró este Campo de Concentración en 1954, para arrancar y darle vuelta a las piedras, para trabajar bajo las caricias del sol, despojado como muchos de ustedes de la mínima dignidad..."



[Tomás Fernández Cimadevilla aparece como jefe de la prisión, colonia o campo de concentración, inmediatamente después de Prudencio, el de la Casa de Dios, aunque desconocemos si entre ellos hubo otro alcaide. 
Entre los custodios y vigilantes de la prisión estaban funcionarios del cuerpo de prisiones y algunos militares destacados allí con carácter voluntario. Elías, Miguel y Vicente, aquí citados, aparecen con nombramientos como auxiliares del cuerpo de prisiones en el BOE-La Gaceta Madrid. También ahí se puede rastrear los traslados y nombramientos de directores.
Entre 1954 y 1966, estuvieron confinados en la Colonia de Tefía alrededor de trescientos reclusos]
 
Copyright: Francisco Javier Cerdeña Armas