Aquel fue un año agrícola en que no llovió, la gente pasó hambre y la
generosidad del resto de las islas, especialmente grancanarias y, en menor
medida, tinerfeñas dicen que se desvivió por socorrer los gritos de auxilio de
los majoreros… Como, salvando las distancias, lo hicieron en 1683 los náufragos
de “El Griego” en Punta de Jandía.
Bueno. Que no lloviera resulta un hecho
fortuito y, aunque atribuido a ciclos de un clima semidesértico, en una tierra
en que la mayor parte de la población se dedica a la agricultura y a la ganadería,
eso causaba estragos y las familias se disgregaban en busca de sustento.
Campesino majorero en Güimar, Tenerife. |
Pero no es algo privativo ni específico de
1937 ni de la época de la II República.
No, el majorero siempre tuvo preparada la maleta –por decir algo- y a poco que
apretase la sequía vendía la mayor parte de su ganado de labor, hipotecaba su
terruño y con algunas cabritas se marchaba a Tenerife, a Gran Canaria e incluso
a Lanzarote, pero no para que le dieran de comer sino para trabajar,
asentándose en La Isleta ,
en el barranquillo de don Zoilo, en el Barrio de La Salud o en Güimar…
Y cuando las cosas mejoraban volvía y con las
tres perras que pudo hacerse en otras islas levantaba la hipoteca que le tenía
trincada el cacique más cercano…
Otros, más aventureros, se metieron en
renqueantes veleros y se lanzaron en pos de las tierras que sus antepasados
habían ido a buscar al otro lado del Atlántico cuando, de verdad, el hambre
asfixiaba; y aún así, tampoco rompieron los lazos con su terruño.
Lo que pasó en 1937 es algo mucho más
complejo, creo yo. Para empezar, no pongo en dudas que el pueblo pasaba hambre,
aunque estuviera lejos del teatro de operaciones militares; cualquier país en
guerra la pasa y la Historia
pasada y presente nos lo recuerda.
El apoyo decidido a uno de los bandos en
contienda situó a las élites majoreras en un lado que no ofrece dudas: ocuparon
cargos preeminentes de la administración (ayuntamientos convertidos en oficinas
de reclutamiento…) junto a los militares y acabaron asumiendo la representación
alzada en la isla y, por consiguiente, promoviendo campañas pro-combatientes,
pro-mutilados y mesas petitorias para la compra de algún avión con destino al
bando nacional. La prensa de la época está llena de las listas de donantes de
oro y metálico no sólo en Puerto de Cabras, sino en toda la isla. ¿De qué
hambre hablamos?
En una sociedad que basaba mayoritariamente
su economía en la agricultura, la falta de lluvia, naturalmente les privó de
óptimas cosechas y aquellas familias numerosas, cargadas de hijos y por tanto
de peones para la tierra y aún para emplearse en el comercio, se vieron
privadas de los varones que fueron movilizados en la Guerra Civil ; una pérdida tanto
o más importante que la ocasionada por la lluvia: la falta de mano de obra en
el campo.
¿En qué situación quedaban las mujeres y las
hijas de los majoreros movilizados? Pues al servicio doméstico unas, al tomate
en el tablero de Maspalomas otras pues aquí podemos decir que el agro majorero
andaba algo descapitalizado; y muchas con los pasajes de la Beneficencia a los
Puertos de Gran Canaria y de Tenerife, que para algo servían los padrones
municipales de beneficencia que el cabildo insular exigía actualizar
anualmente.
Esta es, en fin, otra de las múltiples
aristas de la situación social y económica de Fuerteventura en la que anidó la
“hambruna” aireada en la prensa de 1937.
Copyright: Francisco Javier Cerdeña Armas