lunes, 10 de octubre de 2011

El legado bibliográfico de Ramón Castañeyra Schamann, 1973

Ramón Castañeyra Schamann, (1896-1973), dona su biblioteca al Ayuntamiento de Puerto del Rosario.


Hijo de José Castañeyra Carballo y de Dolores Schamann Medina, nieto de Ramón F. Castañeyra (1843-1916), el que nos ocupa fue el amigo de Miguel de Unamuno durante su destierro en la isla.
Autodidacta e intelectual inquieto, heredó de su abuelo la pasión por la lectura y sus desvelos por la isla y, sobre todo, por el Puerto; aficiones de las que no le apartó su dedicación al comercio y a los cargos públicos que ocupó, como el de Delegado Insular del Gobierno de la Monarquía en el año 1923.
Su casa albergó una de las bibliotecas más importantes de la isla en la primera mitad del siglo XX. Y allí leyó y escribió el ex rector de la Universidad de Salamanca sus colaboraciones con la prensa y las revistas de Hispanoamérica durante su confinamiento en Fuerteventura.
Dicen los que conocieron a don Ramón que fue de gran humanidad, que siempre mostró un gran cariño por su tierra, por Fuerteventura, siguiendo la tradición de Ramón Fernández Castañeyra; fue un contumaz lector y mostró interés por nuestra historia y nuestras costumbres, acogiendo en su domicilio a cuantos viajeros de relevancia  científica pasaron por la isla o establecieron correspondencia con él.
Desde Unamuno hasta los liberales del llamado Contubernio de Munich, pasando por otros desterrados como el anarquista Buenaventura Durruti.
Su casa, la morada que acogió al escritor y filósofo vasco en 1924, estaba realmente ubicada donde hoy se levanta el edificio Unamuno, esquina de las calles Virgen del Rosario y Fernández Castañeyra.


Al decir del profesor y amigo de don Ramón, Rosendo Marrero García, comparando esta vivienda del viejo Puerto de Cabras con la iglesia del Convento de Betancuria, el inmueble debió mantenerse como parte del Patrimonio Histórico de la ciudad.


Y con la casa –escribió Matías González García-, una excelente y bien nutrida biblioteca estuvo generosamente a disposición de cuantas personas llegaban a la isla con alguna inquietud política o intelectual.
La muerte de don Ramón Castañeyra Schamann en la madrugada del 18 de abril de 1973, desveló su decidido interés por la isla en general y por Puerto del Rosario en particular. Al abrirse su testamento, en mayo de aquel año, pudo leerse en su primera cláusula que donaba su biblioteca al Municipio de Puerto del Rosario, para la biblioteca pública de la ciudad; y con ella los enseres y condecoraciones que le dejara Unamuno en 1924 y las suyas propias, de las que no gustaba vanagloriarse.
La perspectiva de los años nos induce a pensar que quienes apostaron por conservar el inmueble y la biblioteca de Castañeyra, se vieron defraudados: la vieja casa dio paso a un edificio de unas cinco plantas y el legado bibliográfico, por vicisitudes de la intrahistoria local –pasto de futuras investigaciones-, quedó finalmente disgregado, conservando dos partes visibles, una en la Biblioteca Municipal de Puerto del Rosario y otra en los departamentos de Biblioteca y Archivo del Cabildo Insular de Fuerteventura…
Sin dudas se desoyeron los principios de procedencia documental que aconsejan siempre mantener unido, siquiera por respeto a la última voluntad del testador y benefactor del municipio, un legado como el que tratamos.
El patrimonio bibliográfico de don Ramón entró en la Biblioteca Municipal de Puerto del Rosario cuando ésta se ubicaba en la planta baja de la entonces Delegación Insular de Gobierno. Allí pude ver varios bultos llenos de libros que doña Josefa Castañeyra Schamann, hermana del testador, iba incorporando al registro general y subiendo a los anaqueles del establecimiento… Allí estaba la Ilustración Española y Americana, La Aurora, la Revista de Historia Canaria, la del Museo Canario; ediciones príncipe de Unamuno, de Ortega y Gasset, de Azorín, de Marañón, de Pío Baroja, de Machado, de Juan Ramón Jiménez, de García Lorca… con ex libris, anotadas y subrayadas por un autodidacta como fue Castañeyra, quien escribía en 1967: “¿Qué podía hacerse en mis tiempos en Fuerteventura? Gracias que he tenido la obsesión de leer continuamente. De buscar, de sondear sin descanso cuanto he podido”.



En muchas de aquellas publicaciones, especialmente en las periódicas, lujosamente encuadernas por el abuelo de don Ramón Castañeyra Schamann, me encantaba leer los recortes de prensa con los artículos que aquél escribiera muy joven para periódicos como el Eco de Comercio, de Santa Cruz de Tenerife, entre 1860 y 1864…
En la década de 1980, apenas diez años después del legado, la Biblioteca pasó a un local de la calle Doctor Mena, esquina a Comandante Franco, mientras se aprobaban los planos y proyecto de la actual sede en calle Ramiro de Maeztu número 1.
Fue precisamente en ese intervalo de traslados, cuando el legado se trasegó en “beneficio” del Cabildo Insular de Fuerteventura, volcado a la sazón en levantar un archivo y una Biblioteca “Canaria”, además de la Casa Museo Unamuno, habilitada casi doscientos metros más arriba de la de Don Ramón, en la calle Virgen del Rosario.
Treinta años después me sigo preguntando si mereció la pena romper la integridad del legado…
Hago esta reflexión desde la frustración de no ver, por ejemplo, el Semanario La Aurora que dirigiera el padre de don Ramón, José Castañeyra Carballo, microfilmado –como entonces se decía- o digitalizado -como ahora decimos-, al servicio abierto de todos, pues a un periódico de aquellas características una colección completa (1900-1906) de 295 números y encuadernada por su abuelo en varios volúmenes, se le presume una vocación de difundir la cultura y las ideas, una vocación de universalidad.
De este semanario pasó el centenario de su aparición y el de su desaparición, fechas sensibles para recordar y enorgullecer a un pueblo que vio el primer periódico impreso de la isla. Pero ni por esas. Sólo un artículo de J.J. Darias en el diario La Provincia desveló la efeméride, pero ahí sigue el municipio sin sus microfilmes, sin las imágenes digitalizadas, sin los originales de una espléndida colección.

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