martes, 17 de septiembre de 2013

la Fonda de José Galán Sánchez en Puerto de Cabras, 1884

Casado con doña Benigna Pérez Alonso, José Galán Sánchez es uno de los "residentes" del antiguo cementerio de Puerto de Cabras donde, por morirse, le enterraron a la edad de 48 años. En vida ejerció diferentes ocupaciones, desde vendedor de aguardientes al por menor hasta concejal, secretario y recaudador, además de su ocupación hostelera, que ejercía junto a su mujer en la calle del Puente, esquina al barranco del Pilón.

Antigua fonda de José Galán y Benigna Pérez, luego hostal "La tinerfeña", en la calle Ruiz de Alda, Puerto del Rosario.

Situémenos. Al año siguiente de registrarse en Puerto de Cabras la caída demográfica de 1883, consecuencia de la crisis de la cochinilla, llegaban a la localidad dos ilustres viajeros: Mr. Harris Stone y su esposa Olivia M. Stone; ésta última con inquietudes literarias. De la situación que vió y de la que le contaron dejó constancia en su obra "Teneriffe and its six satellites or The Canary Islands Past and Present". Usaremos la traducción de lo tocante a nuestra isla, realizada por Marcos Hormiga Santana: "Fuerteventura: 1884 por Olivia M. Stone" y publicada por el Cabildo Insular en 1995..
Aunque aquellos turistas ingleses del siglo XIX desembarcaron en Corralejo para emprender su periplo a joroba de camello, nos interesa su estancia en Puerto de Cabras, al que describe como "pueblito construido en la parte más empinada de la orilla, y tan inclinadas son sus calles, que apenas hay una casa que no tenga vista al mar..."
Cuando esto anotó doña Olivia, aún no tenía Puerto de Cabras su muelle, que construirían los propios vecinos diez años después de aquella visita. Por eso nos habla la inglesa de almacenes y casas en torno a la playa del embarcadero, donde gustaba escorarse en los barquillos para ver la llegada del correo; casas que se alineaban a los tres caminos que sirvieron de ejes embrionarios de la futura ciudad.
En este entorno estaba el inmueble que compró José Galán Sánchez en 1881 para convertirlo en fonda y despacho cuando, además, ejercía de recaudador municipal. Allí, en aquel edificio de la calle del Puente, junto a su esposa, ejerció también de hostelero, donde años después veríamos "La tinerfeña", otra casa de huéspedes que reabrió Francisco de Vera Manrique y donde, por ejemplo, se agasajó al primer gobernador civil de la provincia de Las Palmas, en 1928.
Pero volvamos al inmueble que nos ocupa para describirlo en palabras de Olivia M.Stone, según la traducción citada:
"Nuestra fonda es una casa pequeña y curiosa, con una forma rara. La puerta de la calle da directamente a un patio pequeño. A la izquieda, donde comemos, hay una habitación sin ventana. Parte de ella es una tienda y está separada por un tabique. A la derecha una pared alta separa el patio y la calle, pues la casa hace esquina. Fuera del patio se alza una escalera que termina en un pequeño balcón de madera al que dan dos habitaciones. Una es la sala o salón, la otra, que contiene dos camas, es una habitación de forma irregular, pues las paredes no corres paralelamente. desde cada una de estas habitaciones se llega a otras dos; una es un dormitorio y la otra un despacho, donde el buen señor de la casa, un recaudador de impuestos, realiza su trabajo. No obstante, nos lo cedió, y puso a mi disposición, mesa, papel y tinta".

Mientras esperamos que la generosidad de algún coleccionista nos brinde la oportunidad de contemplar imágenes de aquellos primeros turistas en Puerto de Cabras, podemos disfrutar de esta otra que nos muestra al matrimonio Stone en Arrecife de Lanzarote a bordo de un camello [Foto de la FEDAC, publicada en su WEB oficial]

Y concluimos: Aquel inmueble que sirviera de "hotel" y de mesón, aquella fonda donde escribiera sus notas la viajera inglesa, aún se mantiene en pié, aunque en muy mal estado en la calle Ruiz de Alda de Puerto del Rosario.
Copyright: Francisco Javier Cerdeña Armas

martes, 10 de septiembre de 2013

Conclusión de los disturbios de 1912 en El Cotillo

A por el agua, sin rezos ni plegarias


Así lo debieron pensar quienes por “alborotadores” fueron denunciados y finalmente apresados por orden del juez militar constituido en el pago de Tostón, La Oliva, a principios de 1912.
La memoria del agua escribió allí un capítulo diferente. En El Cotillo no se habló de caños en conflicto, de turno en la captación, capacidad de los aljibes o de propiedad de las mismas. Sin rezar ni implorar a los santos de patronazgo, exigieron el derecho a beber donde, al parecer, siempre lo habían hecho y, en todo caso, compartido.
La autoridad militar allí desplazada pensó que la situación sería fácil de controlar. Iba con la idea preconcebida de que los depósitos en conflicto pertenecían incuestionablemente al Ramo de Guerra y que el uso por civiles estaba prohibido.
Pero quien allí fue a tomar declaraciones sobre lo que estaba ocurriendo, chocó con el aliento en contra de vecinos como Marcos Rodríguez, Juan González y los hermanos Pedro y Blas de León, que no dudaron en jalear a hombres, mujeres y niños de aquella localidad para que desobedeciendo las prohibiciones, acudieran provistos de latas para hacer aguada como siempre lo habían hecho, amenazando a quienes les estorbasen en su derecho.
El instructor militar desplazado al puerto de Tostón tocó retirada a Puerto de Cabras para, en un Mal Viaje, volver con una sección del Batallón Cazadores de Fuerteventura número 22, autorizadas por el Comandante Militar y por el Capitán General de Canarias, conscientes de que la Guardia Civil disponible en la plaza apenas contaba con un cabo y uno o dos números, a su juicio insuficientes.
Hasta once mujeres fueron denunciadas por el sólo hecho de pedir agua, siendo finalmente apresados y conducidos al cuartel militar de Puerto de Cabras como cabecillas, los siguientes señores:

Marcos Rodríguez,
Juan González,
Pedro de León,
Blas de León,
Manuel León Gutiérrez,
Juan León y León,
Cándido Armas Chacón,
Agustín Morales Alfonso,
Benito González Hernández.

En rigor, los apresados de El Cotillo debían ser retenidos en el Puerto hasta poder despacharlos con destino a Arrecife, sede el partido judicial al que todavía pertenecía Fuerteventura y donde se encontraba la cárcel del partido. Aún no se había creado aquí el partido judicial y la alcaldía portuense hubo de acudir al ejército para que custodiase tal cantidad de presos, como ya lo hiciera tres años antes con los insumisos fiscales de Tetir; y para ello usaron un almacén ubicado en La Laja Negra (inmediaciones de la residencia de oficiales), propiedad del mismísimo delegado del gobierno, don Agustín Pérez Rodríguez.

Sus causas fueron finalmente sobreseídas y archivadas, esperando la curiosidad de quienes deseen recrear este episodio de la historia local.
El triste honor de encausar a quienes solo pedían agua, le cupo al capitán del Batallón de Cazadores de Fuerteventura, don Antonio del Castillo Tejada, que actuó como juez instructor a partir del 6 de mayo de 1912.

Algo de aquellos acontecimientos debiera permanecer aún en la memoria colectiva de El Cotillo. Nietos y biznietos de los encausados o de las mujeres inicialmente denunciadas deben mantener algún tipo de recuerdo. A aquellos, a los que protagonizaron uno de los pocos motines por el agua en Fuerteventura, va dedicado este artículo.

Copyright Francisco Javier Cerdeña Armas