viernes, 19 de noviembre de 2021

Las fábricas de gofio en Puerto de Cabras: molinos y molinas

 Las fábricas de gofio en Puerto de Cabras.

Recuerdos de cuando era chico: molinos de torre y molinas del Puerto.


Hasta donde la memoria alcanza pocos recordarán otros artilugios de molturación de cereales que no sean el de Peñate, luego de Juan Berriel, en la calle Fernández Castañeyra de Puerto del Rosario, anexo a la fábrica de electricidad, y la máquina del gofio de Tetir, de los hermanos Martínez Soto, hoy convertida en museo. Al menos en funcionamiento, sin entrar en las de reciente restauración, como la Molina de La Asomada o la Molina de los Trapos, más antigua, hoy derruida y cuya torre y arboladura vemos en la rotonda de la carretera a Tetir; y otras que luego veremos.

Porque las industrias de molienda que más se recuerdan en nuestro municipio son las que funcionaron con motores de gasoil, como las citadas al principio.

Veamos en primer lugar las fábricas ubicadas en el perímetro de la actual ciudad, basándonos en los recuerdos y la bibliografía consultada.

Yo recuerdo algunos molinos bastante cercanos al domicilio de mi infancia en Puerto del Rosario. No en funcionamiento, pero sí en pie la estructura del inmueble que ocupaban: unas respondían al sistema de molino macho y otras al del sistema Ortega que aquí llamamos molinas.

Pero los sacos de millo tostado los vi llevar a la Molina de Almácigo cuando su arboladura ya estaba desmontada y, olvidándose del viento, se le aplicó motor, creo que en diesel, y la máquina de Los Martín de Tesjuate, que no era más que un motor de bombeo de agua de pozo con aplicación a la molturación.

En el casco urbano, junto a la actual calle Cervantes, por debajo de la Rosa de Bernabé Felipe, recuerdo ver un edificio de dos cuartos cuadrados que albergaban el almacén y la sala de máquinas de una molina que atendía don Juan Díaz, oriundo de Pájara; recuerdo cómo se desmontó su arboladura y las vigas de madera de su torre estuvieron mucho tiempo tiradas junto a la gavia de la higuera, a la izquierda del camino, ya calle, de La Rosa.

Recuerdo que, algo más abajo, donde luego se hiciera la Sección Femenina y hoy aloja al Centro de Artesanos del Cabildo, había otra en una casa que allí se demolió; tenía paredes con esquinas redondeadas por el ángulo nordeste, propiedad de los Medina pero construida por don Indalecio Acosta en el XIX. Era una estructura muy baja y, como digo, de paredes redondeadas para ofrecer poca resistencia al viento, algo que no tenía la del camino de la Rosa.

Van dos,  y las dos, molinas. Quedan otras dos que estaban a ambos lados de la carretera de Tetir, porque la otra antigua fábrica de que tengo referencias se alojaba en molino macho troncocónico, muy cerca de la rotonda de Las Culonas, en el alto que había a la derecha de la calle León y Castillo, en línea con las casas baratas de abajo o Barriada del Rosario. En la actual avenida Juan de Bethenocurt estaban la molina de los trapos que, como dije, muchos recordamos moliendo al revés, y la de Domingo Ruiz, en medio de la bifurcación  que aquella avenida hace con el camino del Time, hoy calle Teresa López, actualmente en proceso de reconstrucción y reposición como símbolo de una actividad que también se desarrolló en Puerto del Rosario.

Socorrido de la bibliografía y la documentación para mitigar mi curiosidad, supe que la de Los Trapos, fue levantada por Agustín Pérez Rodríguez en la década de 1910, cediéndola en última instancia para su explotación a Los Oramas. Y la de Dominguito Ruiz, caminero que, en realidad, la usó como casa, perteneció y fue levantada por el tinerfeño Domingo Ángel Adrián, en la década de 1870; es la más antigua industria de este tipo en la capital majorera, utilizándose para su puesta en marcha el sistema ortega de aprovechamiento eólico. Nadie de los vivos recordamos arboladura en la molina de La Charca, pero está acreditado que este fue uno de los primeros molinos del sistema Ortega en Fuerteventura.

Después vinieron más y, en un proceso de adaptación del modelo palmero a nuestra isla, de dimensiones reducidas, como la molina de Curbelo en Almácigo, que tuvo gemelas en toda la isla y, en nuestro municipio, en donde dicen “Cho Bello”, en Zuritas, construida por Luis Perdomo Ávila para atender la producción de la finca levantada junto a los caños del agua de La Esperanza, a cuya sociedad pertenecía; la instalada sobre una loma al poniente de la montañeta del Ángel, en Casillas, o la ubicada en el centro de Puerto Lajas, cuya máquina, procedente del norte de la isla, se trasladó a la que actualmente vemos restaurada sobre el Roque, cerca del barranco de La Monja.

En el término municipal de Puerto del Rosario hubo otras fábricas de gofio de distinta tipología que se incorporaron como bienes de interés cultural al patrimonio histórico de nuestra isla en la década de 1980, siendo posteriormente restauradas para su admiración por todos.


Cuarto que alojó una molina, loma al poniente de Montañeta del Ángel, Casillas. Una estructura similar a la que hizo en Cho Bello, Zurita, Luis Perdomo Ávila y que funcionó al menos hasta 1912.


Olvidada, entre el Molino de Nemesio y el Molino de Lomo de Tetir, en Llanos de la Concepción, quedó la casa de una molina cuyos maderos estuvieron en el lugar hasta no hace mucho, donde alguien levantó una maqueta de aquella otra... Restaurada fue la arboladura de Molina de Almácigo y la Molina de La Asomada, que aún sigue en funcionamiento, atendida por el último molinero, señor Cabrera Oramas, que también puso en explotación el museo del gofio en Tetir. Y la Molina de Tefía, muy cerca del eco museo de la Alcogida, también restaurada.

Nos queda el molino de Tefía, igualmente restaurado por el Cabildo Insular en las inmediaciones del primer aeropuerto de la isla y e cuyas instalaciones se albergara la que fuera Colonia Agrícola Penitenciaria Fuerteventura, de tan tristes recuerdos para muchos.

La autosuficiencia del campesino majorero, con su aljibe, su horno de pan y sus cabritas, hizo que muchas casas dispusieran también de molino de mano, porque las tahonas de molienda con animales solían tener carácter familiar o pertenecían a familias de la aristocracia rural.

Molina de la Charca, en origen construida por Domingo Ángel Adrián en la década de 1870, teniendo varios propietarios y usuarios después, hasta Dominguito Ruiz Cedrés que la usó de vivienda.

Recorrer el municipio y disfrutar de este patrimonio es un placer que puede brindarse al visitante y a nuestros escolares para que no olviden cómo se vivió aquí hasta no hace muchos años.

Yo he disfrutado paseando por mis recuerdos y mis lecturas de cuyas notas han salido estas líneas que comparto.

Anecdotario:

La Molina de Luis Perdomo Ávila, en "Cho Bello", Zurita, protagonizó un luctuoso suceso en el que falleció un niño, hijo del caminero de la carretera del sur, Manuel Alarcón, entre la maquinaria de molienda, siendo molinero el señor Ortega Cerdeña; fue una de las razones de su cierre a partir de 1912:

Accidente mortal en la Molina de Luis Perdomo Ávila, Cho Bello, Zurita, 1912, siendo molinero el sr. Ortega Cerdeña. Fuente JABLE, Archivo de prensa digital de la ULPGC, Cuaderno de Puerto de Cabras. 


viernes, 16 de julio de 2021

Vestigios: El telégrafo

El amarre del cable de telégrafos en Playa Blanca (1909-1923)

Con frecuencia el mar nos da sorpresas. Como la de estos días, y especialmente hoy, día de la patrona de las gentes que de él viven y en él trabajan. Suele ser habitual que con las grandes mareas nos muestre vestigios como el que hoy comentamos, de los que un hijo de Casillas, me pasó unas fotos, sorprendido y preguntando que qué podía ser.

Y al tajo vamos: Cuando a fines de la década de 1910, el Telégrafo llegó a Fuerteventura, se amarró en Playa Blanca, dentro del término municipal del entonces Puerto de Cabras y a pocos metros de la "Canterita Blanca" que lo separaba, precisamente de la jurisdicción de Casillas del Ángel. En la inmediaciones del antiguo "Bikini" se habilitó una caseta, luego cubil subterráneo al que se enganchó la conexión a la capital insular.

Una línea aérea enganchada a postes de madera, llevó aquel adelanto que, por fin, llegaba a la isla. Una de las reiteradas peticiones de la burguesía majorera al Estado, especialmente desde el semanario La Aurora que, ya cansada, había cerrado tres años antes de el evento; no vio ni pudo anotar en sus páginas el amarre del cable telegráfico que, según decían, "los comunicaría con el resto del mundo".

Nuestra ciudad ya no conserva el bonito nombre del "Calle del telégrafo"; lo sustituyó en 1951 por decreto del régimen franquista, empeñado por entonces en desenterrar viejas glorias, héroes y leyendas: en todos los pueblos de la isla (le dijeron a los munícipes de entonces) se homenajeará al teniente Eustaquio Gopar Hernández, uno de los últimos de Filipinas que resistió en la ermita de Báler. Así lo hicieron en el Puerto: La vieja calle de irregular trazado y empedrada que desde la calle Barquillos (hoy Teófilo Martínez de Escobar) y playa del muelle Chico se adentraba, se descolgó de nuestro callejero. Pero ahí está en los anales, por si alguien quiere rescatar el callejero histórico y anotar en rótulos que la identifique, nombre actual-nombre antiguo, como se suele hacer en las ciudades orgullosas de su historia y su pasado.

Porque el nombre que señalamos del antiguo callejero, se adoptó en las décadas finales del siglo XIX como un objetivo más de las fuerzas vivas de entonces: Nos comunicaremos con el mundo -se decían... Bueno, les llegó en la centuria siguiente y no dejaron de pregonarlo en su memoria.

Y como lo hacen las mareas desde tiempo inmemorial, en estos días aparecen en Playa Blanca tres gruesos cables que allí se amarraron, detrás del antiguo "Bikini", punto de arranque de la línea aérea que llevaría los hilos de cobre hasta a la oficina de Telégrafos que estuvo en la calle de La Marina, junto a los Cuarteles, y se trasladó al alto de la calle Guise, a la que, precisamente, llegaba perpendicular desde la orilla la calle del Telégrafo.

De los boatos en la inauguración ya hemos hablado en otras entradas de nuestro blog, cuando el maestro Manuel Déniz Caraballo llevó a sus pupilos a contemplar tan grande acontecimiento: estaban viendo la "fibra óptica" de aquellos tiempos.



Así es que el paseante que se tope con estos cables, con estos vestigios del pasado de las comunicaciones en Fuerteventura, sabrá que envuelven el primer cobre que llegó a la isla para dotarla de la telegrafía con hilos, que desde la "Canterita Blanca" conducía a Puerto de Cabras, hoy Puerto del Rosario, donde funcionó la primera estación telegráfica de este tipo, muy cerca del paseo que actualmente se construye hacia Playa Blanca.

[Los fotos son del amigo Gregorio Rodríguez]