lunes, 25 de septiembre de 2017

Fiestas juradas de San Miguel, ecos históricos

En la conmemoración del 277 aniversario de una "guerra"

 

Un año más celebramos las Fiestas Juradas de San Miguel pues a los santos se invocó en 1740 para repeler la incursión de los corsarios ingleses en Fuerteventura y, desde entonces, el pueblo majorero no ha dejado de escuchar los ecos de su historia.

Los documentos siguen pregonando las batallas de El Cuchillete y de Tamasite. Es el caso del escrito que el gobernador de las armas de Fuerteventura, José Sánchez Umpiérrez, dirigió al comandante general de Canarias, para darle cuenta del desembarco y ataque corsario del 13 de octubre de aquel año.
 
Recreación del desembarco de los corsarios en la Playa de Gran Tarajal, 2012. Foto de Paco Cerdeña para Cuaderno de Puerto de Cabras).
 
Entre otros pormenores, Sánchez Umpiérrez, dejaba escrito que:

"viendo yo la gran distancia y diferencia de armas en que me hallaba, y que para el vencimiento [necesitaba] más del favor divino que de lo humano, les dije en alta voz a mi gente que si Dios permitiera que fuese nuestra la victoria, los despojos y armas y otras cosas que pudiera haber, se ofrecían a dos advocaciones de María Santísima y [a] tres imágenes de especial devoción en estos lugares…"

Los corsarios ingleses que desembarcaron el día 13 de octubre fueron muertos y prisioneros en su totalidad; de los 53 que entonces pusieron pie en tierra, murieron 33 y fue apresado el resto.

Pero no escarmentados, los corsarios volvieron el 24 de noviembre, desembarcando 55 ingleses con intenciones de venganza a degüello y todos fueron degollados.

Casi 90 ingleses muertos de cuyo paradero nada se supo y es de suponer que no fueran enterrados en sagrado… Los isleños tuvieron entre cinco y siete bajas mortales que sí dejaron huella en los registros documentales.

Consecuente con su arenga a las "tropas", Sánchez Umpiérrez mandó repartir los despojos de los ingleses entre los oficiales y soldados que participaron en las riñas, y su bandera se hizo jirones para depositar un trozo en cada altar de las ermitas de los lugares cuyas gentes participaron en las batallas.

Detalle del libro de la ermita de Nuestra Señora de Guadalupe, Agua de Bueyes (Antigua, Fuerteventura). Foto del Cuaderno de Puerto de Cabras.
 
El "trofeo" que correspondió a la ermita de Agua de Bueyes quedó inmortalizado por el mayordomo de Nuestra Señora de Guadalupe en su libro fábrica (de cuentas, visitas y mandatos) y estoy por creer que algunas de las hojas de las espadas que les tocó a los del pueblo sonaron entre los instrumentos del rancho de ánimas de la localidad durante muchos años.

Aquel trozo de bandera inglesa, recuerdo de la gesta de 1740, aún estaba en la ermita a finales del siglo XVIII, según leemos en los inventarios de mayordomía levantados por Manuel Cabrera Gutiérrez a instancias del licenciado Camacho, visitador episcopal.

Considero que el hecho histórico que conmemoramos y cuyas fiestas juradas ya han sido elevadas a respetable categoría como bien de interés cultural para la Comunidad Autónoma de Canarias, merece un reflejo espacial que ponga en valor, por ejemplo, los escenarios de las batallas, pero también incluya los lugares de procedencia de todos los contendientes majoreros.

Algo así como lo que ya se hizo con las esculturas que, recortadas en forma de siluetas de acero, se colocaron a la entrada y salida de Tuineje. Ser consecuentes, por ejemplo, con las representaciones que se vienen haciendo en Antigua, Pájara o Tarajalejo, donde además de hacer sonar las cajas de guerra y la cantata, convendría plasmar el recuerdo en la forma plástica dicha.
  
Que, en definitiva el ruido de la guerra y la matanza sirva de pretexto para introducir, además de la música y los cantos, aspectos sociales y organizativos de la vida majorera en el XVIII, convidando a los que nos visitan y a los que aquí residen a detenerse y conocer nuestro patrimonio histórico, de dónde venimos.
  ...///...

lunes, 11 de septiembre de 2017

Buques fruteros en Puerto del Rosario

El "Monte de La Esperanza", de la Naviera Aznar, comenzó su ruta quincenal uniendo Fuerteventura con Inglaterra en 1964. Su misión era el traslado de la producción tomatera que se generalizó por la isla en la primera mitad de la década de 1960.
 

"Ciudad de Alcira", de la Compañía Trasmediterránea.

El Cabildo de la isla no pasó por alto las nuevas expectativas comerciales para Fuerteventura y para Puerto del Rosario en particular. Obsequió al capitán del primer buque de la ruta tomatera con el exterior con una placa conmemorativa.

La prensa de la época recogía así la noticia de estas singladuras:

"...acudirá por primera vez a Fuerteventura para inaugurar el servicio frutero directo Fuerteventura-Inglaterra.- La exportación de tomates... fue en la pasada zafra de un millón de ceretos. Este año hay mayor cantidad de fruta como consecuencia de las mayores lluvias registradas en el pasado invierno y en el actual. De momento, el servicio de la Naviera Aznar con Fuerteventura será quincenal"

De la misma naviera, "el monte ulla" llegó en el mismo y con la misma función al Puerto de la Luz, desde donde vino el que nos ocupa.

El frutero "Monte de la Esperanza" saldría de La Luz con escala en Puerto del Rosario y destino Dublín y Liverpool. En nuestro puerto recogió la partida que Fuerteventura enviaba al mercado inglés... En esas mismas fechas la consignataria "FRUCASA" anunciaba el envío de algunos buques fruteros que despacha a cargar el tomate de nuestra isla.

Por Entonces Puerto del Rosario atisbó un cambio de signo en las exportaciones y la actividad de sus muelles. La cal daba paso, poco a poco, al cemento, y el tomate propició mejoras importantes con la construcción de tinglados de sombra.

El Matorral, cercano al actual aeropuerto de Fuerteventura, experimentó un considerable incremento de población durante las zafras tomateras: el cultivo se extendió por el tablero de la vista y desembocadura del barranco Goroy; las aguas salobres del pozo de la finca de La Marina y de la Rosa de Abajo propiciaron una importante producción; se extendió el cultivo por los tableros aledaños a lo que hoy es aerodromo internacional, y las gentes llegaban alli de toda la isla, el pueblo logró su escuela y se planteó la ermita.

Se aprovecharon viejas pistas militares para sacar la fruta de Salinas del Carmen y del barranco de La Torre, donde, ya dentro del término de Antigua, el cultivo del tomate ocupó aquel entorno.

También en Casillas, Tesjuates y Las Parcelas, se pusieron en explotación viejas zonas comunales que se cedieron temporalmente a los colonos para cultivar tomates. Se repararon pistas y caminos para sacar la producción.

Hasta entonces el tomate majorero, como tantos otros productos de la isla, salía principalmente desde Gran Tarajal principalmente a bordo de los vapores y motoveleros de la flota de Antonio Armas Curbelo que hacían el trasbordo a los fruteros atracados en el Puerto de la Luz de la capital Gran Canaria.