miércoles, 28 de noviembre de 2012

Tetir y la fiesta de San Andrés, 1609-1989

San Andrés: Romería o Fiesta del Agua

Esta es la ermita de San Andrés, en el Valle de la Sargenta, Tetir. La donó don Juan Berriel Jordán a la parroquia de Santo Domingo de Guzmán el 30 de noviembre de 1989, según reza la placa colocada en su fachada.

La ermita de San Andrés en la actualidad, donada a la parroquia de Santo Domingo de Guzmán en 1989. [Foto aportada por Paco Cerdeña]
Pero su historia se remonta a tiempos muy anteriores a la parroquia, cuando Santo Domingo ni soñaba con tener "casa" en Fuerteventura. Y este es un hecho constatado: Nos lo confirma el obispo Pedro Manuel Dávila y Cárdenas cuando en su relación de ermitas de la isla, 1735, nos dice que en la Vega no había otro templo que la ermita del Valle de la Sargenta.
El templo fue construido por los tetireños entre 1650 y 1652 para albergar al santo elegido como patrono de los labradores majoreros y de la lluvia; una elección tutelada por el propio cabildo antiguo o ayuntamiento insular en sesión de marzo de 1609.
Durante años se dudó del lugar en que podía hacérsele una ermita al patrón de los agricultores, apuntando algunos que el lugar idóneo estaba en el lomo del Esquey o Esquén, entre Valle de Santa Inés y Antigua, próximo a la actual rotonda que ordena el tráfico integrando el ramal que sigue para Betancuria, pero se desestimó por estar en sitio batido por el viento y más próximo a confines ganaderos que labradores.
Luego se levantó en la Sargenta, uno de los valles de Tetir, donde perduró poco más de un siglo. No sabemos certeramente cuándo se les vino abajo o cuándo la tumbaron, pero no sería descabellado suponer el desastre en fechas próximas a la construcción de la parroquial, mediados del siglo XVIII.
De San Andrés se acordaron y estuvo siempre presente en las plegarias y novenarios por el agua, siendo en los momentos de sequía "arrastrado" desde el Valle de la Sargenta hasta Betancuria para, junto a otras imágenes, rogarle que trajera la lluvia.
A la originalidad de ser un patrono elegido por sorteo a principios del siglo XVII, se unió, tras el derribo de su ermita, una singular fiesta del agua donde, con juicio incluido, los labradores acudían con la velada amenaza de desriscarlo o desterrarlo si no les atendía en sus súplicas.
Y lo del destierro abre una nueva hipótesis en el sentido de que tumbar la ermita y expatriar al santo pudieran ser consecuentes en las dos direcciones: se derribó la ermita porque San Andrés se recogió en la iglesia parroquial o el santo se depositó en la iglesia parroquial para poder desmantelar la ermita...
Quisiéramos pensar otra cosa, pero da la impresión de que los intereses de los propietarios comarcanos coincidieron con la apuesta que se hizo para levantar una nueva iglesia en honor a Santo Domingo; que el vecindario respaldó la iniciativa, envolviendo la vieja costumbre de pedir la lluvia en una romería hasta la crucita que se colocó donde estuvo su primitiva ermita, hoy repuesta en el mismo lugar por quienes mencionamos al principio de este artículo.
Con el Santo Andrés en la parroquia de Santo Domingo y su paseo anual para enseñarle el lugar en que estuvo y desde 1989 vuelve a estar su ermita, el santito no derrama más aguas que sus propias lágrimas, agobiado con tantos patronazgos. Y en este sentido cabe recordar que los tetireños se lo prestaban a los parcelistas de la Colonia Rural García Escámez cuando, en 1950, éstos tuvieron la ocurrencia de nombrarle su patrón: y de Tetir a Las Parcelas viajaba en furgón o camioneta hasta el tablero de Las Escuderas para ser desde allí procesionado hasta la Presa de Los Molinos, acaso para asombrarlo ante tanta agua y dejarle caer que ya tenían donde almacenar la que les trajera.
Lo de visitar la Crucita de la Montaña de San Andrés se hizo durante muchos años con anterioridad a la reposición de la ermita y, por tanto, bastante antes de la reciente etapa romera. Quizás los viejos recuerden los episodios y la costumbre de enjuiciar al santo por la falta de agua.

Plegaria a San Andrés por la falta de lluvias, 1961, ante la "Crucita"  que  señalaba dónde estaba su ermita,  al sur de la Montaña del santo, en La Sargenta. [Recorte del diario Falange, en Jable, Archivo de Prensa Histórica de la Universidad de las Palmas de Gran Canaria].

Actualmente, y desde 1985 ó 1986, en que también la Policía Local tuvo la ocurrencia de cargarle con su patronazgo (dicho sea con el respeto y cariño a a la memoria de Pepito el Guardia), a esta fiesta y romería de Tetir se la suele identificar como la fiesta de este cuerpo de seguridad en la isla de Fuerteventura.
Pero ahí están los recuerdos, la prensa histórica y los propios documentos que nos ayudan a reconstruir la historia para traer a la memoria colectiva que San Andrés es un santo muy codiciado y con mucha más venerable antigüedad de la que oficialmente se le concede.
Copyright: Francisco Javier Cerdeña Armas

martes, 27 de noviembre de 2012

La Cruz de La Española


Paseando por el parque escultórico de Puerto del Rosario.

La que hoy conocemos como Avenida de Juan de Bethencourt, en nuestra ciudad, no es  más que la urbanización de lo que fue el antiguo camino que unía el embarcadero de Puerto de Cabras con Tetir.
Por él bajaban las aguas en época de lluvias como lo hacían las gentes de la Vega cuando pretendían embarcarse para las otras islas, para América o para el Sahara. Y también lo hacían los camelleros y carreteros cargados de piedra de cal, de barrilla o de cereales…
Y por allí subían las mercaderías importadas por los comerciantes del viejo Puerto de Cabras, como lo hacían los féretros a hombros de los vecinos que pagaban así la prestación personal impuesta por el joven municipio cuando aquí no había cementerio.
Obviamos las interrupciones que, andando el tiempo, se producirían en aquel camino como consecuencia de las operaciones de aterrizaje y despegue; porque estamos en la primera mitad del XIX, cuando aún los tiempos y los transportes eran más pausados, más lentos.
De trecho en trecho, ya lo decíamos en otro artículo, se construían unos poyos de piedra seca en el que depositar los ataúdes para descanso de los porteadores. Y como suele ser habitual, también la toponimia dejó su impronta entorno a aquellos altares de reposo: se les conocía como la cruz de tal o la cruz de cual y que, en el caso que afrontamos perduró hasta nuestros días.
Al sur de aquel camino, a la altura de la Rosa de don José Fabelo Rodríguez, poco antes de llegar al acceso de la Rosa de Don Victoriano, existió un topónimo con el que nuestros antepasados quisieron perpetuar el recuerdo de doña Teresa López, apodada “La Española”: aún recuerdo aquella cruz ya desvencijada junto a un montoncito de piedras, vestigios de un descansadero de los improvisados servicios funerarios de antaño.
Aquello fue siempre conocido como “La cruz de la española”, primer descanso en los cortejos fúnebres que trasladaban a los finados para enterrarlos en suelo sagrado, en la parroquia de Santo Domingo de Guzmán, en Tetir.
Así lo quiso recordar el Ayuntamiento de Puerto del Rosario cuando en 1995, con motivo de la conmemoración del bicentenario de la ciudad, encargó a don Lorenzo Mateo Castañeyra una escultura que recuperase el viejo topónimo con toda la carga histórica y simbólica que aquí apuntamos.
Porque, además, a doña Teresa López, “la Española”, esposa de Manuel Martos, la historiografía le atribuye el haber traído de la Baja Andalucía la primera imagen de la Virgen del Rosario que se veneró en su primera capilla en la calle de La Marina y que aún se conserva en la sacristía de nuestra iglesia parroquial.
El parque escultórico de la ciudad cuenta con este símbolo que nuestros antepasados nos transmitieron a través de la toponimia urbana, aunque tal vez hoy piensen algunos que no está en el lugar que tal dignidad pudiera exigir.
Escultura "Cruz de la Española", 1995, próxima al inicio de la calle Teresa López, en el Barrio de La Charca, Puerto del  Rosario.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Un panteón bien vale una misa. El antiguo cementerio de Puerto de Cabras

El antiguo cementerio de Puerto de Cabras


Tal fue una de las condiciones impuestas por el Ayuntamiento de Puerto de Cabras cuando a principios del pasado siglo autorizaba al portuense don Agustín Pérez Rodríguez (1849)  la construcción del panteón familiar y la cripta que actualmente preside el antiguo cementerio público de la actual ciudad de Puerto del Rosario.
Don Agustín, fue uno de los grandes contribuyentes, consignatario marítimo y activo comerciante que ocupó cargos concejiles, incluido en de alcalde de la localidad en 1873, y el de primer Delegado de Gobierno de España tras la recreación del partido judicial de Fuerteventura en la capital de la isla (como tal presidió algunos de los primeros plenos del Cabildo Insular, tras su puesta en funcionamiento en marzo de 1913).
Desde 1919 y cada primero de noviembre allí, en la capilla de los Pérez se dice la misa de difuntos, normalmente previa a la celebrada en el nuevo cementerio de Zurita.



El antiguo cementerio del Puerto, que la señalética viaria identifica como monumento desde que se iniciaran los trámites en 1988, sufrió tres importantes ampliaciones que marcaron en piedra las características sociales de una época:
Primero, en la década de 1840 el inglés Diego Miller aportó el suelo donde el ayuntamiento intentaba la construcción al otro lado del Barranquillo de La Miel y sobre él se edificaron las paredes bajo la supervisión del maestro Domingo Rodríguez. Las obras se remataron con el frontón triangular de la fachada que hoy vemos y donde una cartela de madera recoge la fecha: 1871.
Después vino la primera ampliación, para la que aportó el suelo la hija del inglés, Emilia Miller, consistente en dos fajas de terreno a cada lado de las paredes levantadas en 1871. Sobre aquel solar intentaba el Ayuntamiento que entonces presidía Ramón Fernández Castañeyra, la construcción de un camposanto para los que muriesen “fuera del gremio de la iglesia católica…” y una sala para autopsias y otros servicios funerarios, como así se hizo en la parte poniente, donde a espaldas de la sala mortuoria están las cuatro paredes con las que se pretendió deslindar el cementerio de los no católicos.
No sé si en las nuevas dependencias se llegó a enterrar a alguien, pero hay un episodio de aquella sala en que a cierto individuo que dieron por muerto repentino, tuvieron la ocurrencia de dejarlo sobre la mesa de operaciones para practicarle la intervención post mortem al día siguiente; y el pobre hombre despertó en la madrugada para, abriéndose paso como pudo, salir del camposanto para plantarse ante la puerta de su domicilio en la calle Baños, ¡ imagínense el susto de los deudos del que suponían muerto!.

Ramón Fernández Castañeyra (1843-1916) fue alcalde de  Puerto de Cabras  de 1875 a 1895 y de 1898 a 1902.

Lo que pasó con el solar de la banda naciente del primigenio camposanto fue algo que sólo pudo darse en aquella época. El ayuntamiento cedió a perpetuidad el terreno donado al municipio por la heredera de Miller en beneficio de Ramón Fernández Castañeyra quien construyó allí su cementerio privado, terminado en 1890.
Por último, una nueva ampliación se acometió en las primeras décadas del XX. Las obras se hicieron a espaldas de la necrópolis pública de finales del diecinueve. Y en esta parte fue donde don Agustín Pérez Rodríguez construyó su capilla y panteón familiar con la autorización que la municipalidad le otorgó condicionada a la misa anual de difuntos, sin muros particulares, pero presidiendo el conjunto funerario público. Algo muy distinto al impulsado por Ramón Fernández.
Después vinieron los nichos, las modernidades y el traslado de la década de 1970 hacia Zurita; pero aquel, el viejo cementerio, fue el recinto histórico que profanado recientemente, es digno de respeto independientemente de las cacicadas que otrora se pudiesen haber cometido allí.
Copyright: Francisco Javier Cerdeña Armas

viernes, 5 de octubre de 2012

La memoria recuperada en el callejero: Encarnación Hormiga Jorge, partera de Puerto de Cabras

Las parteras o comadronas de Puerto de Cabras fueron reconocidas por la institución municipal cuando en 1976 se decidió rotular la antigua calle Alameda con el nombre de una de ellas: Encarnación Hormiga Jorge (Puerto de Cabras, 1864).
Doña Encarnación era nieta de Vicente Hormiga Rodríguez (La Oliva, 1785), uno de los primeros pobladores que llegó a la joven ciudad con su esposa, María Rodríguez, en 1806; su padre, Antonio Abad Hormiga Rodríguez (Puerto de Cabras, 1828) se casó con Juana Jorge (Puerto de Cabras, 1831).
La comadrona contrajo matrimonio con Juan Cabrera Rodríguez (Puerto de Cabras, 1859), siendo madre de, al menos, cuatro hijos: María, Juan, José, Marcial y Brígida Cabrera Hormiga.

Foto repintada de doña Encarnación Hormiga Jorge,  publicada por la Biblioteca Municipal  de Puerto del  Rosario en  www.bibliotecaspublicas.es
Pero doña Encarnación contó con el reconocimiento de varias generaciones de majoreros que ayudó a venir al mundo en momentos en que aquí ni se soñaba con tener algo parecido a un hospital, si obviamos el centro de higiene rural que funcionó desde la época del Doctor Cúllen Ibáñez en una de las salas de su propia casa.
El expediente de denominación de la calle se inició a instancias del entonces alcalde Manuel Martín Martín, en pleno del 23 de febrero de 1976, y se concluyó con el acuerdo del mismo cuerpo municipal, adoptado el 7 de junio, con el compromiso de descubrir la placa en el  marco de la fiestas patronales de aquel año.
Y así se consignó en el programa de las fiestas: A las diez y media de la mañana de 7 de octubre, festividad de nuestra patrona la Virgen del Rosario, se llevó a cabo un sencillo acto en el que, entre otros rótulos, se colocó este que rendía homenaje a las comadronas de Puerto de Cabras en la persona de doña Encarnación.

Asesinato en Puerto de Cabras, 1901


El de Jerónimo Fernández Jorge dio mucho que hablar entre los vecinos y el recuerdo se  mantuvo durante varias décadas.
Entre la ficción y la realidad sobre un crimen...
En Puerto de Cabras no se recordaba tanto alboroto desde los tiempos en que el corsario “Vencedor” bombardeó la ciudad y secuestró a la Junta de Sanidad, o desde aquel otro episodio en que Juan Kelt, armado hasta los dientes y ahíto del mejor aguardiente que había en la isla, se plantó en medio del embarcadero dando tiros y proclamando la independencia de no sabía bien qué países de la América española…
De aquello había transcurrido casi un siglo y junto al embarcadero se disfrutaba ya de un muellito en el que los viajeros podían embarcarse cómodamente, sin tener que trepar a hombros de los marineros para no mojarse las calzas.

Un día de correíllo en el muelle de Puerto de Cabras, principios del siglo XX. Del libro  "Puerto de Cabras, Puerto del Rosario, una ciudad joven".

El Puerto despertaba al nuevo siglo XX empujado por la tercera generación de una burguesía que aquí se había instalado a finales del XVIII.
El comercio se había desarrollado ampliamente y después de que los militares se establecieron en la calle de La Marina, las cantinas que antes abastecían a pescadores, marineros y ganaderos, se duplicaron.
A principios del pasado siglo había en Puerto de Cabras un juzgado municipal que se encargaba de derivar asuntos como el que nos ocupa hacia el de primera instancia e instrucción, ubicado a la sazón en Arrecife de Lanzarote.
El ron era protagonista por las calles de la localidad, especialmente los miércoles, día de correíllo, dando especial trabajo a los guardias civiles que aquí se habían instalado hacía pocos años. Entonces la bahía era surcada por un ir y venir de barquillos y falúas que traían y llevaban carga y pasajeros hasta los vapores y veleros allí fondeados.
Juan Morales Álvarez (Tetir, 1839) es uno de los protagonistas del suceso. Había llegado al Puerto desde su vega natal abandonando la actividad ganadera y agraria para abrir una carnicería y, cuando ocurrió el incidente, estaba viudo y vivía con sus hijos Josefa, Victoria y Pablo Morales Barrera, nacidos aquí en 1875, 1880 y 1882, respectivamente.
A mediodía del 6 de marzo de 1901, el azar quiso que desde la costa del salado arribase también una de las balandras de Agustín Pérez, entre cuyos tripulantes se encontraba “Momito”, el de María Jorge (Puerto de Cabras, 1845), y potencial víctima que comenzó a visitar cuantos altares al dios Baco encontró a su paso.
Juan Morales, carnicero y matarife se jactaba de dominar los cuchillos, por lo que se hacía llamar cortador. Nada de extrañar con sus 60 años de vida entre animales. Lo que le cabreaba desde que enviudó, era que Jerónimo Fernández Jorge (Puerto de Cabras, 1877-1901), más conocido por “Momito el de María Jorge”, rondase a sus “niñas”, especialmente cuando regresaba de la costa, después de varias semanas de faena en la mar.
Y la desgracia se veía venir. Días atrás el viejo Morales lo había comentado en la pescadería de José Machín: ¡Un día de estos lo abro en canal…!
La promesa se cumplió. Al atardecer de aquél seis de marzo Jerónimo Fernández, lejos de visitar a su madre y hermanos Antonio (Puerto de Cabras, 1875) e Isabel (Santa Cruz de Tenerife, 1883), se acercó a la tablajería del Puerto para repetir lo que a Juan Morales desquiciaba pero éste, viéndolo venir, salió a la puerta cuchillo en mano.
Momito cambió su rumbo escorándose a la izquierda con la intención de perderse Ciudadela arriba, como un barco mal estibado. Morales lo siguió pacientemente hasta encontrarse cara a cara y, sin mediar palabra, le asestó una certera puñalada en el corazón. Jerónimo cayó de rodillas, fulminado, con las manos crispadas en un amago imposible de agarrarse a su agresor que retiró el cuchillo para limpiarlo en su propio mandil y retornar a su negocio…
La noticia corrió como reguero de pólvora. Hubo gritos de quienes los vieron discutir y desde un agitado muellito subió la pareja de civiles que detuvo al agresor a pocos metros del lugar de los hechos y, sin oponerles resistencia, fue preso y entregado en el Juzgado Municipal de la localidad junto con un paquete conteniendo varios cuchillos que le requisaron.
Pocos días después el juez municipal despachó una breve diligencia y envió a Juan Morales junto a las armas del delito a bordo de la goleta “Beatriz” y con destino al Juzgado de Primera Instancia de Arrecife.
Buscado el asunto en la prensa de la época (Archivo de Prensa Histórica de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria), encontramos unas líneas que le dedicó el "Diario de Las Palmas", luego copiadas por "El Diario de Tenerife" y por "La Opinión"; decía así:
"Según noticias de Puerto de Cabras, el 6 del actual, un individuo de 60 años, de oficio cortador, llamado Juan Morales Álvarez, dio una puñalada en el corazón a Jerónimo Fernández Jorge, de 24 años, pescador, dejándole muerto en el acto..."
Este sencillo episodio se fue diluyendo en la memoria colectiva de la ciudad, dejando huellas y estigmas entre las familias de agresor y víctima, que convinieron en levantar una sencilla cruz de piedra con las iniciales J.F.J. que hasta el 2008 podíamos ver en un solar de la calle Juanito el Cojo, frente al Mercado Municipal de Puerto del Rosario.
La cruz que se colocó donde cayó Jerónimo Fernández Jorge, aún  se veía en el solar de la calle  Juanito el Cojo, frente al mercado municipal de Puerto del Rosario. [Foto aportada por Paco Cerdeña].
Copyright: Francisco Javier Cerdeña Armas

martes, 18 de septiembre de 2012

La memoria recuperada en el callejero: Bernardina y Nazaret

En 1987 se incorporó al callejero de Puerto del Rosario el nombre de dos ancianitas de El Time, con el propósito de rotular la que hasta entonces fue calle Batalla de Guadalete. El texto que el viandante puede ver hoy en el barrio de La Charca es el de “Calle Bernardina y Nazaret”.
Lo aprobó el pleno del ayuntamiento, creo que de forma unánime, haciéndose eco de una moción de la alcaldía sobre rotulación de vías en varios puntos de la ciudad, y con cuya resolución se adelantaban a la normativa para la recuperación de la memoria histórica,
“…recordando a estas víctimas de la represión durante la Guerra Civil de 1936-1939, a quienes para vergüenza y escarnio pasearon por las calles de la capital con las cabezas rapadas…”
Y es que la Historia Oficial ha pasado de puntillas sobre este episodio local. Las propias asociaciones para la recuperación de la memoria deberían investigar en las fuentes orales para rescatar algo más que el nombre de estas dos víctimas. Desconocemos el motivo por el que decidieron humillarlas pero fuera cual fuese el desencadenante de aquel desatino, a él deberíamos añadir también su condición de mujeres y campesinas majoreras en una etapa realmente difícil.
Para empezar proponemos arrancar el sondeo en la memoria colectiva con la aportación de sus nombres completos, el respeto a su memoria así nos lo demanda:
Nazaret Zerpa Mota, nació en el entonces caserío de El Time, perteneciente al municipio de Tetir, en 1871, y murió en el mismo barrio en 1949, cuando ya pertenecía a Puerto de Cabras. Allí vivió soltera en la casa de su hermana, Wenceslaa Zerpa Mota (El Time, 1872) y su cuñado, Miguel Montañez Fuentes (La Oliva, 1874). A través de la descendencia de uno de sus sobrinos, Basilio (El Time, 1925), hijo de aquellos, podemos encontrar la fuente oral complementaria.
Bernardina Cubas Rodríguez, nació en Tetir en 1864 y murió en 1942 en El Time, Puerto de Cabras. Estuvo casada con Felipe Cabrera Rodríguez (Antigua, 1853), con el que tuvo al menos cinco hijos, localizándose su descendencia actual por los herederos de su hija María Cabrera Cubas (1905-2000), en cuya dirección puede rastrearse la fuente oral complementaria.


Por nuestra parte, consideramos cumplida la identificación de las víctimas que recoge el rótulo de la Calle Bernardina y Nazaret, en la ciudad de Puerto del Rosario, sin ánimo de herir susceptibilidades, simplemente lo considero un deber para con la memoria de aquellas personas.
Copyright Francisco Javier  Cerdeña Armas

jueves, 13 de septiembre de 2012

La Fiesta Jurada a San Miguel Arcángel, Tuineje.

De nuevo las cajas de guerra resuenan en los campos de Fuerteventura. Como ecos de un episodio histórico, las compañías de milicias desfilan por los distintos caseríos que se sumaron a la defensa contra los corsarios ingleses de 1740.
Se liaron a tortas en el Cuchillete y en la montaña de Tamasite… Aquella fue una pelea de todos contra el invasor… se incautaron de los pertrechos de los derrotados y se reclamaron indemnizaciones por los majoreros heridos, mientras que de los muertos ingleses nunca más se supo…
La Historia Oficial nos muestra cómo el antiguo ayuntamiento insular, ubicado a la sazón  en Betancuria, se comprometía a mantener viva la memoria de aquellos fastos con una fiesta jurada en honor a San Miguel Arcángel, en su templo de Tuineje.

Y es misma Historia nos devela también las dificultades que atravesó la isla para cumplir aquella promesa.
Primero fueron las parroquias, cuyos vecinos colaboraban en la medida de sus posibilidades cuando les tocaba costear el jolgorio…
Después, cada pueblo constituido en municipio contemporáneo a lo largo del XIX, se turnó en el compromiso, aunque el alcalde de Tuineje tuviese que mendigar al resto de corporaciones que asumieran el coste de la fiesta en cuya celebración se comprometieron… Pronto la rotación en el pago de aquella decayó, como nos lo demuestra la actitud del Ayuntamiento de Betancuria (entonces uno más), cuando manifestó la dificultad para hacer frente a los gastos en sendos acuerdos adoptados el 18 de agosto y el 22 de septiembre de 1861, proponiendo la derrama voluntaria entre sus vecinos:
“Diose lectura a un oficio del Alcalde Constitucional de Tuineje, su fecha seis del actual en el cual transcribe el dirigido a esta Municipalidad en veinte y ocho de octubre último, participándole haberle cabido a esta jurisdicción en el presente año la festividad del Arcángel San Miguel que se celebra en aquella parroquia el día trece del citado octubre y se acordó autorizar al Señor Presidente para que se dirija al del referido pueblo, exigiéndole remita el presupuesto del costo a que pueda ascender la mencionada festividad y en su vista se resolverá lo que corresponda.”
“Se dio cuenta de un oficio del señor Alcalde de Tuineje en el que acompaña el presupuesto del costo de la festividad del Arcángel San Miguel que debe celebrarse el trece del próximo mes de octubre y que ha correspondido este año a esta jurisdicción; y enterados sus señorías acordaron: que en vista del lamentable estado a que se ve reducido en el día este vecindario, sólo se distribuya voluntariamente entre el mismo la suma de ciento ochenta reales de vellón; con lo que se consideran suficiente para atender a los gastos más indispensables del culto; autorizando para que proceda a realizar la derrama voluntaria por esta Villa a don Sotero Cayo Morales, y don Miguel Ramírez; por Río Palmas al señor Regidor don Agustín González y don Laureano García, y por el Valle al señor Síndico personero don Domingo Aguilar y don Pablo Cardona.”
La llama sigue viva y nos convida a rebuscar en los olvidos de la memoria unos testimonios documentales que apuntan que la fiesta jurada desborda necesariamente el ámbito local, como lo fue en su origen.

Para conocer este episodio: Antonio de Bethencourt Massieu: Ataques ingleses contra Fuerteventura, 1740.- Puerto del Rosario, Cabildo de Fuerteventura, 1992 (segunda edición), consulable en Memoria Digital de Canarias, de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.

jueves, 5 de julio de 2012

Las Salinas del Carmen, ¿1910?


Releyendo a don Felipe Bermúdez en su “Defensor de la isla”, me encuentro con unas notas sobre la historia de Las Salinas del Carmen, en la costa del municipio de La Antigua. Nos dice el autor que aquella industria llegó al Cabildo de Fuerteventura por compra a los herederos de don Manuel Velázquez Cabrera quien, a su vez, había heredado de sus tíos una parte de la misma en 1904; que el promotor del Plebiscito compró al año siguiente el resto de aquella propiedad, empecinado en modificarla y ponerla en explotación, cosa que, al parecer, culminó en 1910.
Y a don Manuel, según el autor citado, se debe el topónimo que, a partir de entonces, bautizó a las salinas de la Hondurilla, cambiando el de Salinas de la Torre por el de Salinas del Carmen, en  honor a la esposa del abogado de Tiscamanita.
Hace unos años visité el Museo de la Sal que, en aquellas salinas abrió el cabildo majorero y, en unos de sus paneles informativos, se nos dice que la industria salinera es obra que hizo don Manuel Velázquez en 1910, dato que no me cuadraba con un mapita de principios del XIX cuya copia me facilitó Maica Román en 1995. Se silenciaban así más de cien años de historia.

Representación de las Salinas de La Torre, 1807 (facilitada por Maica Román)


Esta inexactitud cronológica la pone también de manifiesto don Felipe Bermúdez al desvelar en su obra citada el pleito sobre la propiedad del suelo en que don Francisco Bautista Benítez de Lugo y Saavedra pretendía construir unas salinas en La Hondurilla, pues produjo un litigio con don Juan Fernando del Castillo Olivares, presunto dueño de la tierra, entre 1779 y 1786, año este ultimo en que la Audiencia de Sevilla fallaba desestimando la apelación de quien llamándose dueño pretendía detener la promoción de don Francisco Bautista, que vio así expedito su intento con independencia de la aclaración sobre la propiedad de aquellas tierras.
Resulta curioso que la cuestión planteada en el origen de Las Salinas del Carmen a finales del XVIII, se enrede y evidencie una vez  mas la desintegración de la primigenia dehesa común que orilló toda Fuerteventura y por la que se seguiría peleando dentro de los ayuntamientos contemporáneos por la parte que correspondería administrar a cada uno de ellos desde su creación en la década de 1830.
Y parece lógico pensar también que la construcción de la cercana torre de Caleta de Fustes en la década de 1740 y la consecuente relajación de la piratería, propiciara la tranquila ocupación de la costa oriental de Fuerteventura. Por fin los fugitivos de los volcanes de Timanfaya, muchos de ellos pescadores del cegado puerto de Janubio, en la vecina Lanzarote, comenzaron a asentarse y a desarrollar su actividad con base en Corralejo, Jablito, Puerto Lajas, Puerto de Cabras… La creación de Las Salinas, además de a la  fiscalidad, apuntó posiblemente en esta línea; en todo caso por el eventual desarrollo del sector pesquero, tan necesitado de sal para la conservación de sus capturas.

Las Salinas del Carmen en 2008.

lunes, 18 de junio de 2012

La primera ermita de Puerto del Rosario, 1812

En este año se cumple el bicentenario de la apertura al culto del primer santuario establecido en Puerto de Cabras. Estuvo en la calle de La Marina, actual García Hernández, donde se habilitó un pequeño local que aún podemos adivinar en las proximidades del cruce de aquel vial con el del Doctor Mena.
Este primer templo se abrió mucho antes de constituirse en municipio independiente. Tanto en lo espiritual como en lo político, los moradores de esta ciudad debían ir a la cabecera parroquial y municipal establecida en Tetir, de la que dependieron  hasta 1835 y 1906, respectivamente.


"Junio 4 de 1812.- ... En vista a lo que se nos expone en el memorial que antecede y de lo informado en su apoyo por nuestro Vicario de la isla de Fuerteventura, concedemos a éste facultad para reconociendo, acompañado de notario, la sala que tienen preparada los vecinos del Puerto de Cabras, para que les sirva interinamente de oratorio público por los justos motivos que exponen..."


Las obras de iglesia parroquial que hoy vemos en la Plaza de Nuestra Señora del Rosario se iniciaron más tarde, en la década de 1820.



Un ambicioso proyecto de 1845, contemplaba la construcción de dos torres para la culminación de la iglesia  de Puerto del Rosario, pero la crisis en el mercado de la barrilla, principal motor económico de la localidad y la isla, provocó el abandono de la idea...

viernes, 8 de junio de 2012

De Fuerteventura al Río de la Plata. Cuando éramos emigrantes

"Pequeñas" biografias de la emigración majorera

Comenzaremos por aquel grupo de colonos del que ya hemos hablado en otro lugar: los contratados por Francisco Morales Dumpiérrez en la isla de Fuerteventura en 1832 y 1833.
Todos los viajeros compartieron las expectativas de mejora que aquel conejero oriundo de Fuerteventura y residente en Arrecife de Lanzarote, insufló a los desesperados isleños y todos experimentaron las experiencias de un tortuoso viaje que tocó en Río de Janeiro, en Maldonado y, finalmente, en Buenos Aires.
Años atrás, en 1827, Morales había convenido con las autoridades de las Provincias Unidas del Río de la Plata, el traslado de colonos de las islas. Ese mismo año llegaba al puerto de Buenos Aires el bergantín "Océano", de la propiedad de Gerardo Morales e hijos (padre y hermanos del empresario que nos ocupa), abarrotado de isleños del centro y sur de Lanzarote.
Extrañaría mucho que estos barcos navegaran por el Plata en momentos de guerra entre Las Provincias Unidas y la metrópoli española, si no atendieramos al aviso que Ochoa de Eguileor nos manda al tratar documentos de  la emigración masiva de canarios hacia aquel destino: "a fin de asegurar la navegación de dicho individuo [Francisco Morales] en el estado actual de guerra... se le permita navegar con dos patentes..."
Nos encontramos, pues, en 1827 ante una política migratoria del gobierno de las Provincias Unidas con la que se pretendía en principio colonizar la Banda Oriental. Testigos de estos conflictos y de los que soportarían en la República Oriental del Uruguay, nuestros emigrantes, los colonos majoreros, da la impresión de que no fueron tratados como ciudadanos de la metrópoli, siendo muchas veces reclutados e incorporados a filas en alguno de los bandos.
Dos años después y merced a los cambios en el gobierno de las Provincias Unidas, también cambiaron las políticas migratorias y el convenio con Francisco Morales ya no tuvo vigencia.
Es la parte de la historia que los colonos de 1832-33 no pudieron conocer. Cosas de las comunicaciones de la época. Y se embarcaron vendiéndolo todo para acabar ingresados en la Chacarita de los Colegiales y en lo que fue convento de Recoletos o, los más pudientes, buscándose la vida como pudieron en las fincas de los alrededores de Buenos Aires y cruzando el Plata con destino Montevideo, su anhelada tierra de promisión.
Nos ocuparemos en primer lugar del contingente que se desplazó con Francisco Morales en 1833, partiendo del principio que siempre me ha movido: desvelar las identidades y las pequeñas o grandes historias que se esconden tras los números de una estadística, fuera de los análisis macroscópicos: Provisionalmente logré documentar en origen alrededor de doscientas personas, cuya descendencia arraigó en Argentina, Uruguay y Brasil.

Iglesia de la "Chacarita de los Colegiales", Buenos Aires, donde  fue internado por algún tiempo parte del  grupo de  colonos majoreros trasladados por Francisco Morales [Foto publicada por Jorge Ochoa de Eguileor:1999]

ABREU.- Este apellido lo encontramos en Fuerteventura durante el XVIII y primera mitad del XIX. Llegó aquí procedente de la localidad de Yaiza, en la vecina isla de Lanzarote. Un grupo se estableció en Tetir y su término.
Descendiente de Francisco Abreu y de Bernarda Silva, de aquella procedencia, fue Antonio Abreu Silva que casó en Tetir con María Rosa de Vera, en 1810. Hijos de este último y prolífico matrimonio fueron Tomás (1813), María Concepción (1914), Francisco (1816), Antonio (1818), Bernardo Juan (1820), Juan Fernando (1821), Clemente (1822), Atanasio (1824), Antonio María (1826), Leocadia (1827), Andrés (1829) y Bárbara (1831).
Copyright Francisco Javier Cerdeña Armas

viernes, 1 de junio de 2012

Manuel Déniz Caraballo, maestro de Puerto de Cabras (1876-1921), I


Manuel Déniz Caraballo
(1876, Arrecife de Lanzarote - 1921, Santa Cruz de Tenerife)
Notas biográficas de un maestro conejero en Puerto de Cabras, 1907-1911. Casi cien años después, muchas de sus ideas e iniciativas mantienen plena vigencia.

Aproximación al personaje

En los albores del siglo XX llegaban a Canarias, como a todas partes de la España peninsular, los indianos y los repatriados tras el desastre de 1898. Venían cargados de ideas innovadoras surgidas del fracaso de la metrópoli, de regeneracionismo, de apuestas por una administración más racional de las islas y con postulados autonomistas muy cercanos al nacionalismo isleño.
A Fuerteventura recalaban Juan Domínguez Peña, Matías López, Teófilo Martínez de Escobar… y muchos otros menos significados u olvidados en el activismo social, político y económico de la época. Posiblemente Manuel Déniz Caraballo, si escucháramos lo que dicen algunos autores en su obra sobre el periodismo canario, conociera in situ la debacle colonial de España; él mismo insinúa en uno de sus discursos que había estado en América, sin indicarnos país. En todo caso Déniz se mostró muy sensible a las ideas que acabamos de mencionar, como luego veremos.
La historiografía y la bibliografía canaria suele citarlo inmerso en los momentos de la reactivación del movimiento obrero canario en torno a las asociaciones gremiales; como el “patriota” Déniz Caraballo, como el compañero de Secundino Delgado Rodríguez en los momentos en que veía la luz el periódico “Vacaguaré”, a principios de 1902, negándole por lo general iniciativas relacionadas con el activismo político y social que creo que practicó durante buena parte de su vida.
Por eso lo traemos a nuestro bloc para compartir otras aristas de este personaje que vivió en Puerto de Cabras entre 1907 y 1911, desarrollando su labor como maestro de la escuela de niños ubicada a la sazón en la calle Virgen del Rosario, entre la casa de don Ramón Castañeyra y el hotel de don Paco Medina, y donde fue miembro de la Junta Local de Instrucción Primaria y corresponsal en esta localidad de varios periódicos regionales.
Don Manuel Déniz nació en Arrecife de Lanzarote (1876) y casó en 1902 con la chicharrera Juana Torres Díaz (1888), modista, con la que tuvo, al menos, dos hijas: Catalina (1902-1970) y Olimpia (1903). Todos ellos vivieron en Puerto de Cabras y tuvieron su domicilio en la calle Virgen del Rosario, en la casa que hacía las veces de escuela de niños.

Una vista de Puerto de Cabras en tiempos del maestro don Manuel Déniz Caraballo.

Pero su vida transcurrió, además de en nuestra ciudad, en Lanzarote, en Santa Cruz de Tenerife y en La Victoria de Acentejo, a cuyos puntos le llevó el ejercicio del magisterio, que compaginó con su fecunda labor periodística, pues nunca se alejó de las columnas como corresponsal y cronista o como redactor.
Queda por clarificar su posible estancia en tierras americanas donde pudo conocer las corrientes del nacionalismo y del autonomismo de las regiones, la lucha contra el sistema colonial español y se me abren muchas dudas sobre su papel ante el movimiento obrero canario que se pusieron de manifiesto a través de sus colaboraciones de prensa. ¿Cuáles fueron las razones de su cuasi olvido en la memoria colectiva de su propia tierra?
Los homenajes de exaltación a la bandera española siendo maestro en la escuela de niños de Puerto de Cabras y su artículo relacionado, que apareció en el periódico “Escuela Canaria”, desdibujan las similitudes que años antes mantuvo con Secundino Delgado en la campaña autonomista que ambos defendieron desde las páginas de “El Obrero” y prosiguieron de forma efímera en “Vacaguaré”.

El maestro de escuela

Un personaje vocacional y de ideas avanzadas para su tiempo y para el entorno en que eligió ejercer la docencia.
En la primera década del pasado siglo XX Puerto de Cabras no superaba los 600 habitantes y contaba con dos escuelas, una de niños, vacante durante los primeros cinco años, y la de niñas, que, en los tiempos del señor Déniz, estaba a cargo de la maestra titular Concepción Castro Cúllen, que compartía su actividad con la interina M. Lorenza Fajardo Negrín, natural de Betancuria esta última.
Manuel Déniz llegó a la capital majorera en 1907 (posiblemente nombrado maestro de la localidad el año anterior), trayendo a sus espaldas una larga trayectoria en apoyo al movimiento obrero, societario y partidario de las tesis autonomistas cercanas al nacionalismo canario; tesis que defendió desde las columnas de muchos periódicos en los que, además, se mostró especialmente sensible (quién se lo iba a decir, o quizás por ello vino, lo mandaron venir, o lo trajeron) con la postración y la calamidad que arrastraba Fuerteventura y que, muy al estilo de la época, reprodujo el semanario “La Aurora” de Puerto de Cabras, agradeciéndole públicamente su apoyo al desarrollo de la isla.
Manuel Déniz ejerció el magisterio en el barrio santacrucero de San Andrés, para que el que fue nombrado interino en 1905 (año de la muerte de su padre en la capital chicharrera) y en Puerto de Cabras, donde su labor fue reconocida y premiada por las autoridades locales mediante la retribución monetaria y con el voto de gratitud que se le dispensó en varias ocasiones a través de la Junta Local de Instrucción Primaria, de la que formó parte como maestro de la escuela de niños. Aquí, en la misma aula, llegó a impartir, incluso, clases nocturnas para adultos, implicando a personalidades de la localidad para que dieran conferencias con vocación instructiva para la población; es el caso de José Castañeyra Carballo, que el 19 de noviembre de 1909 disertó sobre “la necesidad de instruirse”, al que siguieron otros como Juan Domínguez Peña.

Don José Castañeyra Carballo era el alcalde de Puerto de Cabras cuando llegó el maestro don Manuel Déniz y participó en las conferencias del aula nocturna para adultos que nuestro personaje abrió en la localidad en 1909. [Foto publicada en el libro Puerto del Rosario, 100 años en la memoria].

Alumnos de bachillerato como Manuel Medina o Ramón Castañeyra Schamann le echaban una mano cuando el maestro estaba inmerso en sus otras actividades o atendía a su familia enferma. Y, pese a todo, fue en Puerto de Cabras donde se le abrió expediente por ausencia del puesto de trabajo que resultó finalmente sobreseído en la Junta Provincial de Primera Enseñanza, pero que lejos de acobardarlo, lo llevó a reorientar su vida.
Fue a raíz de aquel expediente, de los desengaños políticos y sociales y por la propia salud familiar que presentó a la Universidad Literaria de Sevilla su renuncia al cargo de maestro de escuela que entonces ejercía, como hemos visto, en Puerto de Cabras.

Su labor política y sindical

Sensible con la ideas innovadoras y autonomistas, Déniz Caraballo fue uno de los 29 personajes que firmaron el Plebiscito de Manuel Velázquez Cabrera de 1910 en Puerto de Cabras, significándose así próximo a las ideas conservadoras que se alejaban del leonismo oficialista en Fuerteventura.
Con escasos veinticinco años de edad ya escribía en 1900, en “El Obrero”, desde cuyas páginas abogó por el asociacionismo de clase y en cuyo medio acompañó a Secundino Delgado Rodríguez en la campaña autonomista que iniciaron en aquel periódico ante las elecciones municipales de noviembre de 1901.
Miembro del gremio de impresores, tipógrafos y encuadernadores, a su firma se anunciaba la Imprenta Tinerfeña en 1901.
Simpatizante de la Asociación Obrera de Canarias, se significó a través de las columnas de “El Obrero”, órgano de aquella organización sindical, donde colaboraba, entre otros, junto al citado Secundino Delgado en la organización del Partido Popular y en la orientación autonomista que abandonaron a fines de 1901 para radicalizarla por otra vía, fundando a principios del año siguiente “Vacaguaré”, cuya dirección asumió don Manuel Déniz…
Seguramente basándose en cuanto decimos en el párrafo precedente, hay quien dice que, de joven, Déniz estuvo también en América, donde pudo conocer publicaciones como el “Guanche” o “Las Canarias” y sus promotores. Aunque a mí me da la impresión de que nuestro personaje se sintió atraído por la ideas avanzadas y críticas con el régimen colonial español, que conoció a Delgado en ese contexto, teniendo como punto de encuentro la organización obrera en los principios del siglo XX en Canarias, apasionándose al punto de insinuar en alguna de sus diatribas que también él estuvo en las américas.
Uno de sus primeros discursos, si no el primero, lo pronunció el 23 de octubre de 1901 en la sede de la Asociación Obrera de Canarias, tras la constitución del Partido Popular Autonomista, con el que pretendían defender los intereses proletarios y autonómicos en las elecciones municipales del año siguiente:
“Compañeros: / Por primera vez en mi vida os dirijo la palabra, pues con pocas o ningunas facultades para la oratoria, he temido, y por eso, con gran pesar, me he retraído de expresaros lo que pienso y siento; pero no creo que me hayáis tildado, por esto, de ser uno de los pocos hijos del trabajo que no aman la emancipación de su clase, pues creo haberos dado pruebas de que siento entusiasmo y quiero el progreso e ilustración de los obreros, mis hermanos, con los varios y distintos escritos que desde las columnas de unos cuanto periódicos de la provincia, he dedicado a la cuestión económico-social con motivo del venturoso despertar del proletariado isleño; escritos, en verdad, poco correctos y amenos, pero hechos con lenguaje franco y rudo y en los cuales he dicho lo que a mi entender debía decir, sin tener en cuenta que con ellos alguien se ofendiera ni los perjuicios que los mismos podrían acarrearme./ Así es, pues, que espero me dispenséis mi atrevimiento, el cual me hace hasta temblar y tartamudear, pues si por él me dejo arrastrar, es solo por el gozo, la inefable alegría que en este momento experimento al veros aquí congregados… solo con objeto de deliberar sobre de lo que vamos a hacer en las próximas elecciones municipales, ya que, por iniciativa nuestra, ha quedado constituido el partido popular, esa gran institución que, inspirada en ideales sanos y redentores, ha de sacar a este Archipiélago, y con él a sus hijos, del estado de desmoralización, miseria y ruina en que en la actualidad se halla… Nuestro partido, el partido popular, será el único, por los ideales que propagará y defenderá, que ha de beneficiar al pueblo canario en general y a la clase obrera en particular.-/ Sí; queridos compañeros, hagamos un esfuerzo por salvar de las garras del caciquismo, que las oprime…”
Estaban viviendo y luchando por el nacimiento del Partido Popular Autonomista. Dentro del asociacionismo sindical se había promovido una línea política concreta que llevaría a Secundino Delgado Rodríguez y al propio Manuel Déniz Caraballo a fundar el nuevo semanario que vería la luz a principios de 1902, cuando ya habían dejado “El Obrero”.
El primero, tildado de conspirador contra el régimen colonial español fue detenido y del semanario apenas salieron cuatro números.
Manuel Déniz Caraballo, simpatizante con la lucha obrera, con la instrucción del proletariado y con el autonomismo vivió aquellos escarceos políticos pero, a partir de entonces, da la impresión de que se volcó en el magisterio y en la carrera de administración local, siempre arrastrando su inquietud por el asociacionismo y por la instrucción de la gente… como dejaría bien claro en sus múltiples artículos y empresas periodísticas. Por entonces, según Suárez Rosales, su compañero Secundino Delgado era preso y recluido en la Modelo de Madrid, por orden de Valeriano Weyler.

Manuel Déniz Caraballo y Secundino Delgado (en la foto) impulsaron la campaña autonomista desde  "El Obrero". El que luego sería maestro de Puerto de Cabras le acompañó también en el periódico "Vacaguaré", en 1902, donde intentaron proseguir aquella línea política.

Poco tiempo antes, a finales de 1900, en “El Iriarte”, bajo el epígrafe Incitamiento, escribía Manuel Déniz Caraballo: que “…La actividad que en los obreros de Las Palmas, Laguna y Santa Cruz se percibe, actividad que ha de coronar con el más hermoso éxito las nobles aspiraciones de todos: unión e instrucción…” y acababa haciendo un llamamiento a “…los proletarios del Puerto de La Cruz, quienes, sin duda alguna sabrán corresponder a tales excitaciones engrosando nuestras filas y contribuyendo a que en Canarias, olvidada en medio del océano, saqueada y envilecida por hombres sin conciencia, renazca y fructifique el árbol frondoso de la libertad, a cuya sombra los hijos todos del trabajo… se confundan en un eterno abrazo y eleven unidos himnos de alabanza a la igualdad, a la justicia y a la paz”.
Y bajo el seudónimo Daniel M. Nuez, escribía en “El Obrero”, de 29 diciembre 1900, su artículo Trabajar, que concluía de esta manera: “Trabajar es la misión del hombre en la tierra; trabajando, se nos dice, no se escasea de nada; lo que creemos sea una verdad bien grande, pero que hoy por hoy, tal cual está constituida la actual sociedad, resulta una mentira solemne. Luchar, pues, por conocer la causa de los infortunios de la clase obrera, es necesario; buscar los medios de ahuyentar la miseria que la aniquila y persiste, es un deber; la lucha entre el capital y el trabajo, entre el humilde y el poderoso, se impone…”

Y sin embargo, el desencanto de Manuel Déniz se destila en su justificación de por qué abandonaba la redacción de “El Obrero”: la asumió cuando quien le precedió, Cabrera Díaz, tuvo que expatriarse, y la dejó tras el fracaso electoral del Partido Popular Autonomista y su disolución tras las elecciones municipales de Santa Cruz de Tenerife. Agarrado a su pluma así lo expresó en las columnas de aquel periódico en su edición de 12 de diciembre de 1901. Tal vez fueran aquellos acontecimientos, el cierre de “Vacaguaré” y la detención irregular de Secundino Delgado en 1902 los que forzaron un primer golpe de timón a su vida hacia el Magisterio, no sin antes volver a la redacción de “El Obrero” en mayo de dicho último año…///...

Copyright: Francisco Javier Cerdeña Armas

martes, 29 de mayo de 2012

La Delegación de Gobierno en Fuerteventura


El edificio de la Delegación del Gobierno de Fuerteventura, 1949-1956

Nos ocuparemos de uno de los edificios singulares de Puerto del Rosario. Uno de esos inmuebles con los que todos identificamos  el sitio inmediatamente,  residentes y visitantes. El paisaje urbano nos lo brinda junto al palacio capitular del Cabildo, la Casa Consistorial, la Casa Parroquial, el templo de Nuestra Señora del Rosario... como símbolos de un pueblo, de una ciudad, de una memoria colectiva.
La actual sede la Dirección Insular de la Administración General del Estado se planificó, entre otros, sobre un solar embargado por el Estado al matrimonio Camejo Miller y que en hoy da a las calles León y Castillo, Primero de Mayo y Virgen del Rosario.
Siendo delegado insular Manuel Medina Berriel se ejecutó esta obra siguiendo el diseño del arquitecto MiguelMartín Fernández de la Torre, de 1949, quien lo modificó y reformó en la década de 1950.
De las cinco certificaciones de obras que constan en el proyecto, se deduce que las obras comenzaron a principios de 1950, con el movimiento de tierras, desmonte y excavación, y se concluyeron en abril de 1953, ya con el proyecto reformado y con revisión de sus precios materiales.
En la memoria del proyecto modificado, el arquitecto nos dice que lo redactó por encargo del Gobierno Civil de la Provincia en 1949, consiguiéndose la aportación económica mediante subvenciones anuales de la Dirección General de Regiones Devastadas.

Obras de la Delegación del Gobierno en Fuerteventura en 1952.  [Del archivo de prensa histórica JABLE, de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria]
Las obras se adjudicaron a la empresa Entrecanales y Távora, S.A., quien la ejecutó desde 1950 hasta 1953, periodo en que la subvención inicial que corrió a cargo del Ministerio de Gobernación de 21 de abril de 1950, se paralizó como consecuencia del decreto de adopción de las islas de Fuerteventura y El Hierro por el Jefe del Estado que, como sabemos, visitó la isla en octubre de aquel año.
Entonces se pasaron a estudiar nuevas prioridades para la isla a la luz del Plan de Adopción.
Al proyecto inicial del edificio que nos ocupa, se añadió, por orden del Gobernador Civil, una nueva ala al costado sur, destinada a alojar al personal técnico que desarrollara aquel Plan.
Esa fue la razón esgrimida por el contratista de las obras para pedir la actualización de los precios en las distintas unidades de obra: y en el acta de precios contradictorios firmaron el arquitecto Miguel Martín Fernández de la Torre, el representante de la empresa Entrecanales, Eulogio Hernández García y el alcalde de Puerto de Cabras, Miguel Velázquez Curbelo, en septiembre de 1953.

Inauguración de la Delegación de Gobierno en Fuerteventura, 1956. [Foto de la prensa de la época, consultada en el  Archivo JABLE, de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria]
Los acabados y remates finales se dilataron en el tiempo y, poco después, en 1956, la prensa recogía la noticia de la inauguración de este edificio administrativo que acogería, por unos años, las oficinas municipales de Puerto del Rosario, el Centro de Higiene, la Biblioteca Municipal y las oficinas propias de la Delegación Insular de Gobierno en la isla y la sede de la OJE.
Copyright: Francisco Javier Cerdeña Armas

lunes, 30 de abril de 2012

Cargando al muerto

Apunte sobre una prestación vecinal que se mantuvo en Puerto de Cabras hasta mediado el siglo XIX.

Los caminos tradicionales o históricos de Fuerteventura están "llenos" de cruces que, a su vera, se levantan adosadas a pequeños poyos de piedra seca. Ambos elementos, así instalados junto a los viales, recuerdan pequeños altares.
Pero muchos de ellos son, en realidad, descansaderos de atáud, reposaderos en el traslado de los cadáveres hasta la suelo sagrado en las respectivas sedes parroquiales; una costumbre que precedió a la legislación de cementerios de la década de 1830, pero que, en Puerto de Cabras, dependiente de Tetir en lo espiritual hasta 1906, se mantuvo hasta que en 1871 inauguraron su propio camposanto, hartos como estaban de subir la dichosa Cuesta que luego llamaron de Perico.



Cargando un difunto en Fuerteventura. Reproducción  del dibujo de Paul Merwart publicada por la FEDAC
 
Hasta principios del siglo XIX era hatibual que los muertos se trasladasen desde los pueblos a la parroquia, para ser enterrados en suelo sagrado. Entonces no había cementerios y los cadáveres recibían sepultura bajo el propio pavimento de la iglesia parroquial. Allí, sin la caja, se depositaba al difunto amortajado con el hábito designado en sus últimas voluntades, y se recuperaba el ataúd para ulteriores servicios.
Lo penoso del asunto en etapas pretéritas se valora cuando vemos que Fuerteventura es una isla alargada y que los pueblos distan mucho entre sí; y si a ello unimos las altas temperaturas que por aquí suelen darse, acarrear la caja de finados en plena canícula podía resultar una árdua labor. Por eso, cuando el muerto era un bebé -me contaban algunos viejos- (que por la edad  podía no estar bautizado), muchas familias sencillamente lo enterraban en el cercado de tuneras, próximo a la casa, una ocurrencia que pudiera resultar grotesca a quien esto lea, pero también era un ahorro para la comunidad, que tenía que recurrir al servicio de prestación personal para los traslados.
Porque ¿Quién se encargaba de acarrear a los muertos?
En el Antiguo Régimen las cofradías de ánimas se ocuparon de buena parte de los trayectos, del ceremonial y de recolectar para ayudar a la viuda cuando el finado era cofrade o hermano en aquellas sociedades. Pero lo normal era que fuesen los propios deudos y amigos del muerto quienes arrimaran el hombro o prestasen algún camello para verificar el traslado a lomos de aquella bestia.
Nada dicen las actas del antiguo Ayuntamiento o Cabildo Insular hasta 1799, razón que nos hace pensar en que los muertos se llevaron a tierra sagrada en la forma antes insinuada, usando la caja comunal que se guardaba en la cripta de la parroquia matriz de Betancuria hasta no hace mucho. Y el muerto se inhumaba amortajado con los hábitos de su devoción cuando así se contemplaba en su testamento. Y tampoco sabemos si por el entierro se pagaba algún cánon; una duda que se nos disipa en parte al contemplar que la caja era de la parroquia y el suelo que acogía al muerto, también.
Otra cosa distinta comenzó a plantearse cuando se construye el primer cementerio de la Isla en Casillas del Ángel, fruto de la ampliación de su iglesia y de la erección de la parroquia de Santa Ana con una más amplia arquitectura.
Y cuando en la década de 1830 comenzaron a funcionar los ayuntamientos contemporáneos, la costumbre se hizo ley y como tal se contemplaría en las ordenanzas municipales. Y el acarreo de los cadáveres pasó a ser obligatorio, sumándose a la prestación vecinal o personal que ya se exigía para la limpieza de caminos y fuentes, por ejemplo.
La prestación pasó a ser en nuestro municipio un servicio obligatorio, exigible a todos los varones de más de 18 años, con exclusión de los ancianos y contemplándose, como era también habitual en el XIX, la redención a metálico o mandando, los que podían, a sus propios peones cuando les tocaba cargar el muerto.
Hasta 1871 esto fue así...

lunes, 23 de abril de 2012

En el Día del libro 2012

El primer libro impreso en Fuerteventura: 1974

La festividad anual del libro español se adoptó desde el 6 de febrero de 1926 de una forma un tanto oficialista y acotando lo que, por definición, deber ser libre y sin fronteras.
Cuatro años después de su institucionalización, por Real Decreto de 7 de septiembre de 1930 se cambiaba la festividad de Libro al 23 de abril, aniversario de la muerte de Cervantes. Coincidió la primera celebración en esta nueva fecha con la II República Española.
En Fuerteventura la festividad que nos ocupa salió a la calle, en los alrededores del templo parroquial de la capital, en la plaza de Nuestra Señora del Rosario, a finales de la década de 1980: Allí, después de la lectura del pregón que pronunció Juan Manuel Perdomo Nóbrega, se abrieron los stands y varios libreros invitados por el Cabildo Insular como organizador, acercaron abiertamente sus productos a la ciudadanía…

Entre los anaqueles de aquellas casetas me pareció ver la obra de María Dolores Fajardo Negrín, “La Voz de Fuerteventura”, 1971, escrita por una majorera pero impresa en Las Palmas de Gran Canaria, y me pregunté ¿Cuál sería el primer libro escrito e impreso en Fuerteventura?...
Supe que hubo periódicos que aunque residenciados aquí, eran impresos también en la capital grancanaria, casos de La Aurora (1900-1906), La Voz Majorera (1922-1923); pero otros sí que se imprimían en la isla, como El Majorero (1944) y Herbania (1944). Lejos me quedaba el manuscrito El Eco de Tiscamanita, de la década de 1880… En las páginas de todos ellos se destiló la creación literaria de muchos majoreros, ya en forma de artículos o de folletines y crónicas…


Y como la curiosidad no tiene límites, seguí buscando hasta llegar al colofón de un librito editado por el Instituto Nacional de Bachillerato “San Diego de Alcalá”, de Puerto del Rosario. En su cubierta se podía leer “Taro, Cuadernos majoreros, número 1. Cantares humorísticos en la poesía tradicional de Fuerteventura”. Estaba introducido y anotado por el siempre recordado Francisco Navarro Artíles, corriendo la selección y clasificación de los cantares a cargo de sus alumnos del curso 1970-71: Domingo Fuentes Curbelo, Emilia Carmona Calero, Fátima Perdomo Nóbrega y María Dolores Rodríguez Calero. Y lo quiero recordar aquí, en el día del libro de 2012; el colofón dice así:
 “Este es el primer libro impreso en la Isla de Fuerteventura, una de las Canarias. Se acabó el día 13 de noviembre de 1974: lo compuso a mano Gonzalo Alonso Hernández; lo tiró a maquina Miguel Castilla Perdomo; plegó los cuadernillos Francisco Fajardo de Armas [Pacheco]; cuidó de la edición y corrigió las pruebas Francisco Navarro Artíles. Se confeccionó en la Imprenta Chacón de Puerto del Rosario.”
La solemnidad que el maestro quiso dar a esta obra de recopilación merece ser escuchada y nos convida a releerla como fuente para quienes hoy continúan escribiendo y trabajando con las coplas y cantares tradicionales de Fuerteventura.
Esta obra puede consultarse en abierto en la WEB de la Biblioteca Universitaria de Las Palmas, a la que remito a quienes deseen disfrutar con su recuerdo.

martes, 17 de abril de 2012

El portacontenedores "Julia del Mar", encallado en Puerto del Rosario, 1994

Aconteció en la tarde del sábado día 20 de agosto de 1994, casi diez años después del accidente del Júcar en la Playa del Valle de Santa Inés.
En el mismo centro de la bahía de Puerto del Rosario, entre los dos muelles la panza del "Julia del Mar", portacontenedores de la naviera Contenemar, tocó las arenas del fondo marino y, por sus propios medios salió del apuro. La naviera propietaria, las autoridades portuarias y las agencias consignatarias, todos, respiramos cuando el dichoso barco logró salir aprovechando la marea alta... Apenas hacía un año que otro barco de la misma compañía y similares características, el "Casilda del Mar", encallaba frente a la bocana del puerto de Caleta de Fustes cuando erróneamente buscaba la capital majorera.


Entoces las quejas de consignatarios de Puerto del Rosario como Pedro Antonio Rodríguez Medina plantearon los problemas derivados del escaso calado... Y más tarde con las ampliaciones y mejoras en las instalaciones portuarias se dragó la bahía. Beneficiaria de las arenas fue la Playa de Los Pozos que se convirtió en la Playa Chica de la capital majorera.

martes, 28 de febrero de 2012

El Júcar naufraga en la Playa del Valle de Santa Inés (Betancuria), 1984

El portacontenedores “Júcar”, embarrancado en la Playa del Valle de Santa Inés (Betancuria), 1984-2000.
Como un juguete de las olas. Así soportó los embates de “la mar del Norte” el porta-contenedores Júcar, de la Naviera Pinillos, cuando embarrancó cerca de la Playa del Valle. Una suerte que han corrido numerosas embarcaciones durante la historia marítima de Fuerteventura.
Aconteció en la madrugada del día 21 de diciembre de 1984, mientras cubría el trayecto entre el Puerto de la Luz y de Las Palmas y los de Gijón y Santander, con escala en Arrecife, hacía donde se dirigía por la costa occidental de Fuerteventura… Al decir de uno de los tripulantes, de repente todo tembló en el barco, por lo que subieron a cubierta para percatarse de que el buque había tocado fondo y se encontraba encajado entre las rocas y la orilla, en medio de la oscuridad… Fue entonces cuando el capitán, José González García, puso en marcha el dispositivo de salvamento, ordenando el uso de chalecos y la preparación de los botes salvavidas; mientras el radiotelegrafista emitía llamadas de socorro a todas las embarcaciones que pudieran encontrarse en las inmediaciones, a la Emisora Costera y a la Armada; aún no sabían muy bien dónde se encontraban… Y el rescate demoró. Casi cinco horas tardaron los marineros de la Ayudantía Militar de Marina de Fuerteventura en llegar junto al buque…

Foto aportación de Paco Cerdeña: El Júcar, la mañana del 22 de diciembre de 1984.

La incertidumbre y la desolación sobrecogieron a los 18 tripulantes y a dos mujeres que viajaban en el mercante; mientras esperaban los auxilios recibieron desde tierra el aliento de los huéspedes de un establecimiento hotelero próximo, que acudieron con sus coches para iluminar con los faros el costado de la embarcación que daba a tierra. Esto fue lo que percató a los marineros de la verdadera situación, dándose por perdido un buque valorado en unos 100 millones de pesetas.
La navidad de 1984 vino colmada por la mercancía derramada en la Playa del Valle, a cuyo apaño acudieron numerosos vecinos que en medio del espectáculo de las olas barriendo la cubierta, veían cómo numerosos contenedores se estrellaban contra los riscos, dejando salir su carga… En uno de los embates la playa quedó cubierta de naranjas, mientras grupos de gente se afanaban en el interior de algún contenedor, buscando bebidas y botellas de agua, de refrescos…

Foto aportación de Paco Cerdeña: El Júcar derrama su carga en la Playa del Valle.

Pero las autoridades, especialmente el entonces alcalde de Betancuria, Carmelo Silvera Rodríguez, y sobre todo las agrupaciones ecologistas, alertaron del peligro real que aquella lamentable escena albergaba: una eventual marea negra. Alrededor de 140 toneladas de fuel seguían aún en los depósitos del Júcar y se aconsejaba a quien correspondiera, estar prestos para que, en cuanto amainase el oleaje reinante, extrajeran aquel peligro…
Y es que junto al naufragado Júcar se dieron otros peligros. El día de Noche Buena y en el entorno del buque siniestrado resultó herido por disparo de agentes de la seguridad privada que decían custodiar el naufragio, el joven P.S.S., alcanzado al parecer en la corva de la pierna izquierda cuando estaba con otros amigos en los riscos de la Playa del Valle.
El día 27 de diciembre la presión ante la alerta de marea negra, pone en marcha el dispositivo para la extracción del combustible, ofreciéndose la empresa grancanaria de Juan Mederos, aunque finalmente lo realizó Transportes Hernández Cabrera, como veremos.

Foto aportación de Paco Cedeña: El Júcar soportó el castigo de las olas...
El día de los Santos Inocentes, el ímpetu de las olas fue tal que quebró la embarcación, hundiéndola en su parte de proa que quedó encajada en la caleta de Cho Zamora; el resto fue un juego para el embravecido mar que giró la popa hasta echarla sobre las rocas; aún mostraba su hélice, su puente, su mástil… y los cabos y cadenas se descolgaban de las amuras como hilillos de sangre o lágrimas de un animal herido y consciente de su suerte, sin nada que sujetar…
El riesgo de vertidos, pues, había aumentado. Fue entonces cuando cayeron al mar seis de los casi ochenta contenedores que llevaba, y a la orilla llegaron latas de aceite, frutas, verduras y botellas de agua y refrescos de lo que dieron buena cuenta los expectantes observadores…
Grupos ecologistas como Aulaga y Mahoh insistieron culpando al Gobierno Canario de la eventualidad de una marea negra; protestas de las que se hizo eco el Parlamento Regional admitiendo a trámites, pocos meses después, una propuesta no de ley presentada por los parlamentarios majoreros sobre este tipo de crisis. Y es que las 140 toneladas de combustible aún permanecían en las entrañas del Júcar.
El día 29 de diciembre era el presidente del Cabildo de Fuerteventura, Gerardo Mesa Noda, quién pedía la urgente evacuación del combustible, que para la singladura que había emprendido aquel navío, para nada le iba a hacer falta.

Foto aportación de Paco Cerdeña: Extracción de combustible del Júcar.
Por entonces la empresa Transportes Hernández Cabrera ya estaba retirando los contenedores que habían caído a la playa al partirse el barco. Y en medio de aquella escandalera la comida y la bebida aprovechable: A juzgar por comentarios de la época, Cruz Roja del Mar se sumó al rescate de la mercancía para repartirla entre las familias necesitadas…
El día 30 de diciembre la empresa antes mencionada comenzó la extracción del fuel, lográndose evacuar 20 toneladas…
Sin embargo, en febrero del año siguiente, 1985, el Júcar seguía expulsando vertidos, por lo que el alcalde de la Villa, Carmelo Silvera, asistido del especialista en fondos marinos, Miguel Pizarro, denunció la situación ante el Delegado del Gobierno, Antonio de León Guerra, dada la indefinición de los fluidos y la necesidad de averiguar qué efectos estaba produciendo en el ecosistema de la zona…
El 12 de febrero de 1985 el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción de Puerto del Rosario y su Partido, hacía público un edicto en el que se anunciaba la subasta de los efectos procedentes de aquel naufragio, valorándose el casco en 500.000 pesetas, y la mercancía que aún quedaba en su interior, en 1.000.000 de pesetas; manteniéndose sólo la segunda pues quince días después el mismo juzgado suspendió la subasta del casco de la embarcación…
Durante muchos años las olas siguieron empeñadas en hacer playa con aquellos restos y los fue enterrando, de forma que junto a la popa era frecuente encontrar vigas, chapas y cojinetes entre la grava de aquella cala del municipio de Betancuria…

Foto aportación de Paco Cerdeña: El ocaso del ocaso del Júcar fue acompañado por el ruido de las olas y la soledad.

En 1986 el Patronato de Turismo recomendaba el desguace de lo que quedaba de aquel mercante y advertía de la conveniencia de quitar los restos de la Playa del Valle, un topónimo que, por cierto, llegaron a cambiar muchos de los visitantes de aquella zona, al referirse al lugar como la Playa del Júcar… ¡Tanto tiempo había pasado que aquel monumento a la chatarra incomodaba ya a todos!


Foto aportación Paco Cerdeña: La popa del Júcar como una caracola tirada en la playa.

Por fin en 1995 el ayuntamiento de Betancuria disponía, (según manifestaba su entonces alcalde, Ignacio Gordillo), de una partida presupuestaria otorgada por Política Territorial del Gobierno de Canarias para la retirada de los restos del naufragio, acallándose así la reivindicación de la Federación de Asociaciones de Vecinos de la isla que por aquel año volvió a poner sobre la mesa el riesgo de contaminación ante la Demarcación de Costas.
Entre 1995 y 2000 debió procederse a la limpieza de la Playa del Valle, sobre cuyas arenas negras aún se mecía el extremo de la popa de aquel mercante como si fuera una caracola vacía, visitada por cuantos curiosos acudían a perpetuar su imagen con la memoria fotográfica de aquellos restos…



Y aún hoy podemos contemplar uno de los motores de aquel buque encajado en la caleta de Cho Zamora, bien visible a la marea baja, mostrándose como si de la osamenta de un viejo animal se tratase, pero recordando también la fragilidad de nuestras costas ante los vertidos que en este tipo de accidentes se pueden dar…
Copyright: Francisco Javier Cerdeña Armas

Para ver las características y transformación del buque pinche aquí.