lunes, 24 de octubre de 2011

El pesquero "Estrella Blanca" embarrancado en Las Salinas del Carmen, (Antigua, Fuerteventura): 1962

El pesquero “Estrella Blanca” se pierde en la costa de Fuerteventura, entre Las Salinas del Carmen y La Torre, 1962.

El “Estrella Blanca” fue otro de los buques que vino a encallar en la zona del Castillo de Caleta de Fustes, aunque en este caso más cerca de La Torre. La Baja del Castillo rascó la panza de muchos barcos que tocados avanzaron hacia el sur o cayeron allí mismo, frente a la punta.
Juan José Felipe Lima, en su crónica para el diario Falange, de 12 de enero de 1962 recogía el incidente del “Estrella Blanca” en estos términos:
“Sigue reinando el viento del norte. Esta brisa, que obligó al “Estrella Blanca” a acercarse a tierra, intentando perjudicar lo menos posible al cargamento y que ha sido causa de su perdición, sigue arremetiendo. Calma un poco, sobreviene luego la virazón y ya la tenemos encima.
Mirar el barco da pena. Ofrece, al amanecer, una bella estampa, como la que aquí ofrecemos, obtenida cuando llenaba la marea. En pleamar parece querer desprenderse de las garras atenazadoras de las rocas de la bajamar, pero no es posible porque las costas son así, devastadoras. Por otra parte la brisa continúa machacando, como queriendo destruirle. Todo parece ponerse en contra y el salvamento aún no sabemos si será posible.
Mientras quince hombres apartados más tiempo aún de sus esposas o de sus madres, preocupadas con su suerte, deambulan por la capital de Fuerteventura con ropas adquiridas en el bazar, vestuario de circunstancias, porque la suya con sus demás cosas –esas decenas de cosas del hombre de mar que se prepara para vivir apartado del mundo durante meses-, han quedado a bordo. Allí mismo, muy cerca de algunos peñascos, a la altura de Las Salinas, de la costa [oriental de Fuerteventura] donde el Estrella Blanca representa la transición entre la tierra y el mar, la quietud del suelo o la incertidumbre de las olas.
Una vez más se ha puesto de manifiesto la solidaridad de las gentes en los casos de apuro. En esta ocasión ha habido actos de heroísmo, actos de abnegación y actos, en fin, del más tierno sentimiento de confraternidad; la confraternidad que tiene la gente de mar para la gente de mar, porque sabe de su eterna penitencia de lucha contra el indomable elemento.
Primero, el arrojo y la serenidad de un hombre, permite el salvamento. Pedro Peña Rodríguez, de Las Salinas [del Carmen], apercibido de la presencia del barco, se acercó peligrosamente a él como Dios le dio a entender. Pedían auxilio ¿Qué podría hacerse? El Estrella Blanca estaba a unos treinta metros del escollo más próximo y el oleaje batía la costa. Con los medios normales no podían alcanzarse unos ni el otro. Había que idear algo. Entonces es cuando nuestro hombre recuerda que hay en el pueblo una caña de lanzar y va en su busca, con ella cobra una guía, de la guía se prende un cabo y, por el cabo, fueron descendiendo los quince hombres. Al saltar a tierra, después de dar gracias a Dios querían besar la caña de lanzar y abrazar a su salvador.
Después el gesto, también encomiable del comandante militar de Marina, ayudante de Fuerteventura don José Segura Torres que les acomodó en las dependencias de la Ayudantía de Puerto del Rosario, avalándolos para adquisición de ropas, en unión del representante del Comisariado Español Marítimo, don Santiago Hormiga Domínguez.
Lo de hoy, lo último, finalmente, se refiere a la visita del Ingeniero naval. El señor Arlet ha subido a bordo, en esta mañana, aprovechando la marea vacía. Ayer no fue posible. Hoy el tiempo amainó algo y el perito del Comisariado, empeñado en la aventura de subir al barco, consiguió hacerlo, dentro de un balde, que venía a ser una especie de improvisado funicular, ue se deslizaba por una cuerda, fijada desde tierra. Aproximadamente como lo hicieron los marinos, con la única diferencia del balde, de la hora –ellos tuvieron que hacerlo a las doce de una noche oscura como boca de lobo- y con distinto estado de ánimo.
Por lo que se ve, al resultado de la inspección nos referimos, no hay posibilidad de salvar al Estrella Blanca que, como otras tantas embarcaciones, pagará a su elemento el tributo póstumo.”
Ilustran el artículo dos fotos del buque siniestrado:


En el pie de la primera se dice: Las rocas de la bajamar, con sus garras atenazadoras, tienen aprisionado al Estrella Blanca. En esta situación, el continuo embate del oleaje y de la brisa, acabarán por destrozar el barco. Según la inspección técnica verificada, las posibilidades de salvar al Estrella Blanca son muy escasas.

En el de la segunda: El perito del Comisariado, en improvisado funicular ha subido a bordo del Estrella Blanca. En parecidas circunstancias, valiéndose solo de un cabo tendido desde el barco a tierra, gracias a la iniciativa de Pedro Peña Rodríguez, que lo consiguió valiéndose de una caña de lanzar, fueron salvados los quince hombres de la tripulación, deslizándose por él a tierra, en la oscuridad de la noche que hacía más dramática la situación.

El barco que naufragó la noche del siete al ocho de enero, día domingo, de 1962, en torno a las veinticuatro horas era un motopesquero de 266 toneladas, matrícula de Vigo con base en Cádiz. Llevaba a bordo quince tripulantes, casi todos marineros de Huelva.
Se trata de un buque con casco de hierro, construido en 1951 en los astilleros de Vigo e iba, en el momento del incidente, con destino a Cádiz, después de haber colmado sus capturas en el banco canario sahariano.

En medio de un fuerte temporal del norte la embarcación buscaba el resguardo de la tierra, desconociendo su capitán, como tantos otros en otras ocasiones, la existencia de una baja al sur de Caleta de Fustes que lo hizo naufragar. Es posible que allí se produjera una fuerte brecha en su casco, razón por la que el capitán decidiría arrimarse a tierra en busca de un lugar donde rescatar lo que fuera posible en pro de las vidas de su tripulación y del buque.

Desde tierra seguían algunos vecinos la evolución del buque, ofreciendo cuanta ayuda pudieron durante casi cinco horas; eran en su mayoría de Las Salinas y braceros que trabajaban en las plantaciones tomateras del tablero de La Torre. Se sirvieron de una caña de lanzar que tenía uno de ellos en Salinas del Carmen, para enganchar los cabos del barco a tierra, estableciéndose una tirolina por la que fueron rescatados los quince tripulantes.
A bordo quedaron sus pertenencias junto a unas doscientas toneladas de pescado, principalmente merluzas.
Dada la proximidad del barco a tierra, apenas 15 o 20 metros, y la persistencia del temporal, poco se pudo hacer por el rescate del cargamento, máxime cuando el boquete producido en el casco ya deja salir su carga que todo lo invade, razón por la que la Autoridad de Marina y la Comisaría de Averías han adoptado las oportunas medidas de garantía.