jueves, 24 de marzo de 2011

Los náufragos del mercante Atlas en Puerto de Cabras, 1918

De Cuando en Puerto de Cabras se alojaron 28 holandeses náufragos del vapor “Atlas”, torpedeado por submarinos alemanes en 1918.

Hoy quiero contarles uno de esos hechos que forman parte de la pequeña historia de los pueblos, inevitablemente imbricados en los radios de la rueda de la Historia, con mayúscula. Pudiera tratarse de una cuestión de efectos colaterales, como en la actualidad denominamos estos episodios.
Pero ahí está, con una leve huella en los anales del entonces Puerto de Cabras, pues aquí transcurrió parte de la aventura.

Playa de el Jablito, término municipal de La Oliva, atardecer de un día de enero de 1918, un grupo de majoreros cargaba piedra de cal en los lanchones de un velero fondeado en la cercanía de la caleta; en el horizonte una cortina de humo negro que se elevaba al cielo y algunos pescadores que se botaron sus barquillos para acercarse a ver lo que pasaba cuando algunas explosiones los ahuyentaron. Como telón de fondo, la Primera Guerra Mundial en su fase submarina, cuando la marina alemana intentaba controlar el pasillo que separa Lanzarote y Fuerteventura de la vecina costa africana, frente a la Bocaina.

La noche era oscura y fría, de invierno. Serían las 12 de la noche del día 10 de enero de 1918 cuando los dos botes de salvamento llegaban a la punta de El Jablito, en la isla de Fuerteventura. A su bordo viajaban veintiocho hombres que, desde hacía rato, oteaban la orilla en la que pretendían desembarcar.
Junto a la playita una hoguera calentaba al grupo de camelleros y braceros que en la tarde anterior había traído piedra de cal para el velero que zarpó al oscurecer… Y allí estaban junto a los pescadores en animada tertulia cuando escucharon los gritos que procedían del mar.
Con algunos hachones encendidos se acercaron a la puntilla y al ver tan sorpresiva visita les hicieron señas para llevar los barquillos hasta la orilla. Los de tierra comprendieron que se trataba de un grupo de náufragos pero, por más que lo intentaron, no pudieron comunicarse con ellos; apenas entendieron el poco inglés que hablaba el que parecía ser el capitán.

Por señas lograron trasmitir unos y comprender otros los acontecimientos que los habían llevado a encontrarse en la playa del Jablito, costa oriental de Fuerteventura. La presencia de los submarinos alemanes y los frecuentes ataques realizados contra los buques mercantes aliados eran de sobra conocidos por los pescadores que, muchas veces, les suministraron pescado, verduras y papas…
Tras unas horas de descanso junto al fuego, los majoreros decidieron aviar los camellos y llevar a aquel grupo extranjeros hasta Puerto de Cabras, donde vivía el comandante de marina de la isla.
Llegaron al Puerto a las doce de mediodía del día 11, siendo recibidos por el propio alcalde, José Pérez Medina, que preparó su alojamiento en las fondas de la localidad, entre ellas, la de doña Benigna Pérez, viuda de Galán, en la calle de La Marina, próxima al muellito.
Y fue el propio alcalde quien, tres días después, desde la oficina de telégrafos dio la noticia a las autoridades provinciales en Santa Cruz de Tenerife, facilitando a la prensa la noticia del torpedeamiento del vapor holandés “Atlas”, cerca de la costa oriental de Fuerteventura.

El Diario de Las Palmas, La Provincia, El Progreso o La Gaceta de Tenerife fueron algunos de los medios que se hicieron eco del suceso, acogiéndolo en su sección sobre la guerra submarina.

La amabilidad y las diligencias de la alcaldía de Puerto de Cabras, hicieron más soportable la estancia de los náufragos, que se dilató hasta el día 17 de enero, en que fueron trasladados a Las Palmas de Gran Canaria, a donde llegaron el día 18 a bordo del vapor interinsular “Lanzarote”.
En el propio correillo fueron interrogados el capitán y el primer maquinista del “Atlas” por el Comandante Militar de Marina y por el cónsul de los Países Bajos en Las Palmas, dado que los mismos resultaron ser de nacionalidad holandesa, y su naufragio fruto del bloqueo que ejercían los submarinos alemanes en el marco de la primera guerra mundial que se estaba librando.

En Gran Canaria fueron acogidos por el Cónsul Honorario de Holanda, Sr. Apolinario, quien gestionó su hospedaje en el Hotel Rayo de la capital.
Para el día 20 quedó previsto su traslado a España junto a los náufragos de otros buques como el Joaquín Mumbrull y el danés Hulda Marsk, recientemente torpedeados en aguas de Canarias.

El vapor “Atlas” pertenecía a la Armadora The Royal Nedherland Sea Company; era de la matrícula de Ámsterdam, donde fue construido en el año 1906. Desplazaba 3.500 toneladas netas y 4.400 toneladas de registro bruto.
En el momento del abordaje por el submarino alemán en aguas próximas a Fuerteventura, procedía de Bissao, de donde había salido a primeros de enero con un cargamento – según declaración de los náufragos- de mercancías en general y manises, y se dirigía al puerto de Rótterdam.

El día 10, a las tres y media de la tarde, y a 28´32º N latitud, y 12´52º O longitud, a 54 millas distantes de Fuerteventura, se oyó una detonación que procedía de un submarino, y que intimaba al barco holandés a detenerse…la tripulación del “Atlas” embarcó en los botes de salvamento y abandonaron el barco lo antes posible, tomando algunas provisiones…” para dirigirse a la costa majorera.

En palabras de Francisco Javier Ponce Marrero, fueron una veintena larga los mercantes atacados y hundidos por los submarinos alemanes en aguas de nuestro archipiélago, sobre todo en la fase de 1916 a 1918 de la Primera Guerra Mundial.
Canarias mantuvo una posición neutral que sirvió de refugio a los buques austriacos y alemanes, hostigados y perseguidos por Inglaterra y sus aliados que veían en aquella presencia un nido de espías del Káiser... hasta que se desplegó la guerra submarina.
En momentos bélicos como éste (guerra de cruceros y guerra submarina) en nuestra isla se hizo muy frecuente “costear” por la orilla en busca de “jallos”.
Como en tantos otros casos, en nuestros archivos poco quedó de aquel acontecimiento. No hay nombres, ni de los náufragos ni de los rescatadores, tan sólo de quiénes le dieron cobijo y manutención, y de quien finalmente pagó la factura: el Consulado de Holanda en Las Palmas de Gran Canaria.

Vapor correo interinsular “Lanzarote”, en el que lo náufragos fueron llevados a Gran Canaria.

[ © Francisco Javier Cerdeña Armas,
Noviembre de 2010]

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